Con frecuencia se piensa en el IoT como sensórica de nuevo cuño e incluso como algo futurista, ignorando por completo que se lleva años si no décadas conectando diversos objetos al internet de las cosas. Es obvio que esta tecnología aún tendrá que desplegarse en miles de iteraciones, pero a veces olvidamos que el IoT lleva décadas con nosotros. Desde el nacimiento de internet.
Los primeros objetos conectados eran grandes. Tan grandes como campus o edificios enteros, a menudo representados por una única máquina que servía como punto de contacto con internet. Pero poco a poco los objetos fueron reduciendo su tamaño hasta alcanzar un tamaño tan pequeño como el de unos auriculares. Este es el IoT que precedió al IoT.
Universidades, objetos de trazo grueso
Probablemente la primera ‘cosa’ que se enlazó de forma masiva al internet de las cosas fueron las universidades, los centros de investigación, algunas bases de corte militar, unas cuantas instalaciones políticas y alguna planta de generación de energía. En los orígenes de internet, unas pocas máquinas conectadas representaban instituciones al completo (hoy lo hacen las webs).
Cajeros automáticos para sacar e ingresar dinero
Mucho antes de que el IoT empezase a ser tendencia, a nivel mundial los bancos consolidaron una ingente red de cajeros automáticos y electrónicos conectados. Estos cajeros necesitaban conexión a internet tanto para verificar la información de entrada (quién sacaba dinero y de dónde) como para realizar las oportunas operaciones contables tras la retirada. Y lo mismo ocurría con los ingresos y otras operaciones.
Puntos de pago TPV y cajas registradoras
Algo similar ocurría, y sigue ocurriendo, con los TPV. Cuando los imprinter o bacaladeras empezaron a digitalizarse usando una banda magnética en la tarjeta como forma de identificación, empresas como Verifone empezaron a fabricar datáfonos que pronto se extendieron por todo el mundo mediante conexión telefónica y SIM integrada. Actualmente, cualquier móvil con NFC puede actuar como uno, pero en aquel entonces surgieron terminales conectados que ‘únicamente’ leían tarjetas. No eran objetos multipropósito.
Estaciones meteorológicas conectadas
España tiene unas 800 estaciones meteorológicas homologadas y conectadas a través de fibra o datos dentro de la red del Aemet. Este tipo de equipación de carácter científico ha ido creciendo desde hace décadas a medida que se han ido instalando en municipios y ubicaciones estratégicas. Pero, con el tamaño de una caseta de obra o un container, este internet de las cosas seguía siendo un IoT de trazo grueso.
Los ordenadores de las oficinas
Casi al tiempo en que los TPV se multiplicaban, también lo hicieron los ordenadores dentro de las oficinas, y las oficinas. El sector servicios se informatizaba y conectaba, y ocurrió entonces una transformación importante a nivel de IoT. Mientras que antes se conectaba un terminal que representaba al edificio, ahora este se subdividía en decenas si no cientos de nuevos terminales. Todos los puestos de trabajo disponían de internet o intranet conectada.
Autopistas y estaciones de servicio conectadas
Mientras que los primeros objetos del IoT surgieron mediante una conexión de cobre basada en la infraestructura del teléfono, otros ‘objetos’ empezaron a surgir y prosperaron cuando llegó la fibra óptica. Es el caso de la conexión por cable en las gasolineras y estaciones de servicio, y también el por qué los telepeajes se multiplicaron poco después de la llegada de esta última.
Sistemas de control de vía y control aéreo
En paralelo a todo este despliegue en servicios, hubo varios relacionados con infraestructuras de todo tipo: de los aviones a las grúas de carga de los puertos.
El ejemplo de la aviónica a menudo se deja de lado cuando se habla de los objetos conectados. En 1968 el gobierno norteamericano incluyó en su presupuesto del Departamento de Defensa el desarrollo del proyecto 621 B, permitiendo determinar con cierta fiabilidad la posición de un avión en todo momento. Se trataba de un sistema unidireccional: el objeto enviaba su posición, pero no intercambiaba información con ningún sistema. Era poco más que una baliza, pero se trataba de una baliza conectada.
A medida que se refinaron los sistemas, los aviones empezaron a incluir sistemas que permitían no solo enviar posición, sino también otros datos vía radio o teléfono satelital. Digitalizaron las comunicaciones y convirtieron los aviones en un objeto conectado. Y lo mismo pasó con barcos, trenes, camiones y otros vehículos. Y con su infraestructura.
Las grúas de carga en los puertos son un ejemplo. Otro lo es la robotización de las factorías de coches. En 1993 aparecía la primera webcam conectada al proyecto Xcoffe, y pronto las vías de todo el planeta se llenaron de cámaras conectadas que informaban del tráfico. Aunque no es hasta 1999 que Kevin Ashton habla por primera vez del IoT. Hasta entonces no hacía falta.
¿En qué se diferencia el IoT actual de aquel IoT primigenio?
En la actualidad el IoT se caracteriza por el número de dispositivos, la ubicuidad de los mismos, las prestaciones que ofrecen o su seguridad. El internet de las cosas incipiente carecía de sistemas de seguridad, protocolos estandarizados, y que apenas alcanzaba un número suficiente para merecer un nombre. Para eso hicieron falta varias décadas.
Pero hay una diferencia más relevante. Mientras que el primer IoT conectaba cosas detrás de las cuales había casi siempre personas, como por ejemplo dos universidades en cada una de las cuales había un ordenador; el actual IoT conecta objetos con otros objetos en cadenas que rara vez requieren de intervención humana.
Así, una persona puede hacer clic en su reloj inteligente, conectado a su teléfono móvil (que no ha tocado). Este teléfono sirve de puente para llegar al router, desde el que la señal sale a internet pasando por las estaciones base de telefonía móvil y varios objetos intermedios, rebota en un servidor y hace el camino de vuelta. La señal puede pasar por decenas de objetos antes de volver.
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