Hace 20 años las Redes de Telecomunicaciones eran imperceptibles en la sociedad española. Habitualmente existía el concepto de servicio telefónico como aquel que nos proporcionaba “la compañía de teléfonos” y con el que básicamente se hablaba por teléfono a través de un terminal fijado a la pared o que reposaba sobre una mesa. Nadie se preocupaba por la tecnología que hacía posible dicha comunicación.
Telefónica y Airtel (posteriormente Vodafone) ya prestaban servicio en el mundo de la telefonía móvil sobre tecnología GSM. En 1999 comenzó a operar Amena, la imagen comercial del grupo Retevisión en el servicio móvil, lo cual supuso una auténtica revolución en el mundo de las telecomunicaciones no solo por su imagen de marca ni su formato de comercialización sino porque su mercado objetivo (población joven) provocó una democratización en cuanto al acceso al servicio.
Nuestra forma de relacionarnos con el mundo, aunque evolucionaba, seguía siendo bastante tradicional en el sentido de hábitos sociales y de consumo si bien comenzaba a surgir un nuevo tipo de ocio alrededor de los centros comerciales (casi 200 aperturas en la década de los 90[1], un crecimiento superior al 100% con respecto a la década anterior).
Ese mismo año, y tras la aprobación de la Ley General de Telecomunicaciones, se aprueba el Real Decreto 1651/1998 y la correspondiente Orden Ministerial que permite la liberalización del sector de telefonía fija y la consiguiente obligación de Telefónica a dar acceso a su red de cobre.
Este hecho junto el establecimiento de un nuevo marco regulador para el operador dominante provocó una verdadera revolución en el sector y el surgimiento de un conjunto de operadoras que eran capaces de ofrecer servicios de telefonía fija, móvil e Internet. Ante esta nueva oferta los usuarios comenzamos a ser capaces de acceder desde el hogar a “Internet” y aunque se concebía como un servicio adicional que no todos contrataban se comienza a entrever todas las posibilidades de servicio que plantea: correo, noticias, chats, ocio…
Y es que se puede afirmar que a partir del año 2000 empezamos a practicar una nueva forma de comunicarnos basada en los datos o “datamunication”: tiene lugar el boom de la venta de ordenadores personales como forma de comunicarse -no tanto para realizar tareas de procesado de información como hasta ese momento-, aparecen masivamente los “cyber-cafés”, se extiende el uso de terminales móviles (cada vez más pequeños en aquella época) como elemento personal para dicha comunicación, toda compañía o proveedor de servicios se ve obligado a tener su propia página web….
Con esta mezcla perfecta de servicios y terminales crece aún más el uso de Internet y se pone en valor dicho servicio comenzando las ofertas de servicios de Internet así como la inclusión de la televisión por parte de los operadores de Internet.
Tecnológicamente lo digital continua su invasión en el día a día tanto en los dispositivos (de los “walkman” a los reproductores digitales/iPod de Apple, de la TV analógica a la TDT…) como en los servicios (e-commerce, banca, las redes sociales -con Facebook empezando a expandirse de manera masiva más allá del ámbito universitario-…)
Y llegó el Smartphone
En 2007 y 2008 se producen 2 hechos clave que marcarán claramente la situación tecnológica actual: en junio de 2007 Apple comercializa su primer iPhone y en octubre 2008 se comercializa el HTC Dream, el primer teléfono Android.
Aunque ambos dispositivos tecnológicamente tenían unas capacidades limitadas –en comparación con los actuales- supusieron una auténtica revolución en el ecosistema tecnológico ya que por primera vez los terminales, y no las redes o los servicios, se convirtieron en auténticos catalizadores de la “datamunication” gracias a un concepto aparentemente sencillo: la disponibilidad de una “tienda de aplicaciones” en la que poder encontrar un número de aplicaciones elevadísimo y que no ha dejado de crecer exponencialmente en los últimos años.
En este contexto de terminales móviles cada vez más inteligentes y mayor disponibilidad de conectividad a Internet en los hogares el consumo de datos ha continuado con su crecimiento imparable (se prevén 3,3 ZettaBytes en 2021[2]) y los operadores han acelerado el ciclo expansivo de sus redes con nuevas tecnologías como el 4G en la redes móviles, ADSL2+/VDSL en las conexiones fijas y el despliegue de fibra óptica hasta el hogar (FTTH por sus siglas en inglés).
La evolución del hogar conectado…
Al mismo tiempo el escenario del hogar ha evolucionado en paralelo y si al principio la conexión a Internet se encontraba en un único ordenador, gracias a las conexiones actuales ahora es necesario cobertura WiFi en toda la casa para múltiples dispositivos en paralelo, que se adapte dinámicamente a las necesidades de todos los dispositivos que se conectan a dicha red y todo esto en un entorno seguro y controlado.
En gran parte el ingente crecimiento del tráfico de las redes viene de la mano del consumo de servicios de video en streaming en todas sus modalidades tanto en movilidad como en el hogar (películas/series en plataformas como Netflix/HBO…, videos en plataformas generalistas como YouTube, contenidos específicos como los videojuegos en Twitch).
Este consumo de contenidos en streaming en SmartTV/terminales móviles o el uso de videojuegos (con servicios online en la mayor parte de ellos) tiene unas altas necesidades para la “red del hogar” que debe ser capaz de gestionar un promedio de 8-10 dispositivos en un hogar tipo. Si además pensamos en casos con aficionados a los e-sports o YouTubers estas demandas se disparan…
Usuarios-Servicios-Redes-Dispositivos, una compleja relación
Como vemos, los usuarios, el ocio, el hogar y nuestra forma de comunicarnos está en continua evolución y hemos pasado de un modelo básico de comunicación por voz con un único proveedor de servicios a un modelo hiper-conectado, con infinitas posibilidades de dispositivos y tecnologías, requisitos cada vez más exigentes sobre la red a la que nos conectamos y donde en ocasiones no está claro quién es el proveedor del servicio (por ejemplo, si decidimos alquilar un contenido VoD en una plataforma y el contenido no se reproduce adecuadamente, ¿quién es el responsable? ¿reclamamos a la plataforma de contenidos? ¿reclamamos a nuestro operador? ¿reclamamos al fabricante de nuestro dispositivo de visualización?).
Si en el uso de un servicio aparentemente sencillo como el descrito anteriormente existen tales dudas en el ámbito empresarial la relación es aún más compleja y donde los distintos actores están obligados a entenderse: el proveedor de contenidos puede argumentar al operador que sin su contenido ningún usuario contrataría el acceso a dicho operador, mientras que el operador puede argumentar que sin su red nadie estaría dispuesto a contratar los servicios del proveedor de contenidos.
Y no solo eso, sino que esta relación continúa evolucionando ante los casos de uso que prometen ofrecer las nuevas tecnologías: los asistentes de voz (funcionan gracias a la conexión ofrecida por los operadores), los escenarios de baja latencia disponibles en la tecnología 5G (donde los proveedores de contenido deberán incluir servidores cerca del usuario en cooperación con la red del operador)…
Nuevos escenarios
El uso de las telecomunicaciones por parte de las personas mantendrá su evolución y cada día aparecerán nuevos escenarios: en estos momentos se ha llegado a un nivel de uso de las comunicaciones totalmente inimaginable hace 20 años (tareas como saber dónde están nuestros seres queridos, consultar el móvil antes de ir al trabajo para ver si hay un atasco o hacer la compra y recibirla en el día ya no resultan extrañas) y que, como en todos los ámbitos de la vida, requieren de un uso responsable.
La clave de este éxito no puede atribuirse a un único factor sino a la perfecta conjunción entre tecnología, necesidades y oferta de los servicios por parte de los operadores.
[1] Fuente: Asociación Española de Centros y parques Comerciales (AECC)
[2] “The Zettabyte Era: Trends and Analysis”, Cisco