Los retos virales de los adolescentes se convierten en una gran desafío para las familias

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TikTok es la red social de moda, sobre todo entre los más jóvenes. Según una macroencuesta llevada a cabo por la aplicación de control parental Qustodio, el uso de la red social china entre los adolescentes españoles creció un 21 % durante el pasado año. Un ascenso debido, sobre todo, a la popularización de los retos virales.  

El fenómeno de estas apuestas está en alza. Cada vez son más los preadolescentes (entre los 10 y los 14 años) que se apuntan a esta fórmula como vía para ser aceptados por los demás e incrementar su popularidad en internet. Muchas veces por iniciativa propia y otras por emular a famosos e influencers de moda. Vivimos en lo que los expertos llaman “la dictadura del ‘me gusta’” y cualquier intento es poco para conseguir un puñado de esos varios miles de millones de likes que se conceden a diario. 

Un reto viral es una situación difícil o incluso arriesgada que, de entrada, su protagonista no sabe si podrá llevarla a cabo. Los adolescentes suelen tomárselo como un juego, pero en ocasiones puede tener un desenlace imprevisto, desagradable, comprometido o fatal. El asunto preocupa a la policía y a proveedores de tecnología como Orange

Beber detergente o agredir a alguien son algunos retos

Los jóvenes protagonistas de estos retos no se paran demasiado a pensar en las consecuencias de ingerir, por ejemplo, un sorbo del detergente para lavar la ropa, que puede llegar a quemarles la garganta. O en llevar a cabo la llamada caza al pijo, consistente en dar una paliza a una persona en la calle, por lo general, mujer y con ropa de marca. O en hacerse un vídeo realizando el llamado Coronavirus challenge, un reto iniciado por una influencer y que planteaba lamer un retrete público durante la pandemia. 

Los padres temen sobre todo el reto del ‘desaparecido’, consistente en no dar señales de vida durante al menos dos días a familiares, amigos o profesores para forzar el inicio de una búsqueda policial. Además, suele ser el reto que más repercusión tiene, pues genera denuncias, carteles en las calles y en redes sociales y noticias en medios de comunicación. 

Por no hablar de otro clásico, el juego de ‘la ballena azul’, que circula en las redes desde hace años y que consiste en superar una prueba por día durante 50 jornadas. Puede conducir a autolesiones e incluso al suicidio, con paseos por el borde desde lo más alto de un edificio o el salto al vacío desde una azotea.  

Un estudio reciente liderado por la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR), realizado con más de 400 preadolescentes, señala que los retos virales más frecuentes en cualquier caso son sociales y solidarios. Aunque también confirma que existen las pruebas peligrosas. Y, de hecho, un 15 % de los adolescentes reconoce que hace a la vez retos sociales inofensivos y otros más arriesgados. Ese mismo estudio, que ha sido llevado a cabo en centros educativos de Aragón, Asturias y Castilla y León, desvela asimismo que son los alumnos de sexto de Educación Primaria (11 años) los que más satisfacción obtienen con los retos. 

La propia TikTok, que se juega su reputación y aceptación con este asunto, ha financiado un estudio efectuado en varios países del mundo. Esta investigación indica que un 21 % de los jóvenes de entre 13 y 19 años ha participado en retos en línea y un 2 % afirma haber hecho desafíos que ellos mismos consideran peligrosos.  

Un problema neurológico y de desarrollo

La proliferación de retos virales peligrosos tiene una explicación neurológica y relacionada con el crecimiento. Según la Academia Americana de Pediatría, la parte del cerebro encargada del pensamiento racional, la corteza prefrontal, no se desarrolla del todo hasta cerca de los 25 años. Por esta razón, los adolescentes son, por naturaleza, más impulsivos, y tienden a actuar antes de pensar en las consecuencias.

Como recuerda la profesora de Derecho y Ciencia Política en la Universitat Oberta de Cataluña (UOC) Irene Montiel, en términos generales, adolescentes y preadolescentes tienen dificultad para controlar sus impulsos. Y buscan a cada instante la satisfacción inmediata, el placer, la aprobación de sus iguales y sentirse parte de un grupo

“Además, están continuamente poniendo a prueba los límites, los suyos y los de quienes los rodean, como parte de la construcción de su identidad y el descubrimiento de su potencial”, señala. Y la guinda la ponen unas redes sociales (sobre todo, TikTok e Instagram) muy visuales y donde en minutos o en horas cualquier extravagancia puede tener una difusión descontrolada

La experta de la UOC aclara que cada adolescente es un mundo y que son más los niños y niñas vulnerables socialmente o en riesgo de exclusión los que suelen buscar con los retos la aprobación y aceptación de los demás. Además, señala que son los chicos, y sobre todo los más jóvenes, los más proclives a entrar en este tipo de ocio. 

El papel de los padres es clave

La investigadora Jessica Ortega-Barón, autora principal del estudio sobre la incidencia de los retos virales en Asturias, País Vasco y Castilla y León, destaca que, como en otros tantos asuntos de educación digital, la figura de los padres es clave. “Son muy importantes las labores de educación, concienciación y supervisión parental que permitan limitar y controlar el acceso y la subida de vídeos con carácter autolesivo, violento, peligroso, discriminatorio o que hieran la sensibilidad del menor”, explica. 

El problema está, según Montiel, en que muchas veces los padres desconocen incluso la existencia de estos retos. Y, más aún, sus consecuencias reales y potenciales. “Tampoco ayuda el hecho de que el suicidio o el comportamiento autolesivo que promueven algunos retos siga siendo tabú y las familias prefieran no hablar de ello para evitar el ‘efecto llamada’, cuando el diálogo y la confianza son siempre mejores aliados que el silencio», afirma.

Para los expertos, lo más aconsejable es que los preadolescentes y adolescentes no tengan perfiles en las redes sociales. Y, mucho menos, que estos existan sin supervisión de sus progenitores. Tiene que haber una reflexión sobre todo ello en el seno de las familias. «La adolescencia es un momento de reorganización total del cerebro y necesita un entorno protector y saludable para que los jóvenes puedan desarrollar todo su potencial. Y con las redes sociales como vehículo fundamental de su socialización, ese potencial está en riesgo», advierte Montiel. 

En este sentido, la actividad en redes sociales y derivadas con los retos virales puede ocasionar deterioros en la salud mental de los jóvenes que acaben en episodios de ansiedad, depresión o trastornos del sueño. Y, para unos padres desbordados o incapaces de comprender lo que se les viene encima, la ayuda de un psicólogo puede ser vital. 

Aunque, como se ha puesto de manifiesto en los últimos tiempos, el sistema de sanitario está falto de estos profesionales y la salud mental se ha acabado visibilizando como una de las grandes ‘asignaturas’ pendientes de este país. Aunque eso es un tema para tratar de forma detenida en otro momento.  

Por Juan I. Cabrera

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