Las tecnologías empleadas por los fabricantes de televisores han evolucionado muy rápidamente en los últimos años. Tras un periodo de consolidación de las pantallas planas LCD HD y Full HD, y el fallido intento de las tres dimensiones para atraer la atención de los usuarios y los creadores de contenidos, a partir de 2013 la atención se centró en el aumento de la resolución desde Full HD a 4K.
Este incremento respondía a la creciente adopción por parte de las productoras de cine y televisión de equipos de grabación digitales con resoluciones de incluso 8K, aunque 4K era y sigue siendo a día de hoy el formato preferido para “filmar”, con cámaras como la RED ONE.
Las ventajas de 4K
A la hora de adquirir un nuevo receptor, la primera pregunta que puedes hacerte es si 4K es realmente un salto cualitativo en calidad frente a Full HD. Y la respuesta es que sí. Las cifras son claras: con una resolución 4K tendrás cuatro veces más píxeles que con Full HD. Y se nota y se aprecia a simple vista.
Además, 4K resulta imprescindible para disfrutar de contenidos HDR. Es decir, todas las televisiones HDR son también 4K, con tecnologías específicas para mejorar la reproducción de los colores y para manejar mayores niveles de luminosidad. Por otra parte, en estos momentos la tendencia es la de ofrecer más contenidos en esta calidad en detrimento de HD y Full HD.
Los primeros contenidos 4K
Cuando empezaron a llegar al mercado las primeras teles 4K coincidiendo con el CES 2013, los compradores se encontraban con una paradoja: las teles se veían muy bien, pero prácticamente los únicos contenidos disponibles eran los de demostración creados por fabricantes como Samsung, Sony, Philips o LG, entre otros, para captar la atención sobre la calidad de las pantallas 4K. Puedes encontrar demos en páginas como 4K Media o Demo UHD 3D.
Era un tiempo en el que la inmensa mayoría de los contenidos de vídeo estaban codificados con resoluciones Full HD de 1.920 x 1.080 píxeles. En esas circunstancias, la compra de un televisor 4K suponía tener una tecnología excelente, pero en la que solo se podía disfrutar de las fotos que se hicieran con una cámara o con el móvil.
Móviles y cámaras que, por aquel entonces, tampoco era frecuente que tuvieran opciones de grabación de vídeo 4K, salvo modelos muy específicos de gama alta. Además, había otro elemento cuestionable: los códecs de vídeo 4K no estaban totalmente definidos, ni había SoCs (los procesadores de los smartphones y tabletas) capaces de acelerar por hardware formatos como HEVC usado por Netflix, por ejemplo. HEVC y otros códecs ahora son la norma, pero allá por 2012 y 2013 no estaban aún adoptados por los fabricantes de chips como parte de sus SoCs para dispositivos móviles.
La televisión tampoco tenía contenidos 4K, y casi ni siquiera Full HD, y el streaming no era el fenómeno que es ahora, ni los proveedores de servicios de telecomunicaciones tenían en su «radar» las ofertas de contenidos convergentes como una prioridad.
Ahora sí
En los albores del 4K, elegir una tele UHD era algo así como comprar un coche deportivo para conducirlo por carreteras de piedras a 60 Km/h. En los últimos años ,el panorama ha cambiado radicalmente, trasladando estas cuestiones a las televisiones HDR. En realidad no es lo mismo, pues todas las teles HDR son 4K, por lo que, si HDR no supone una diferencia de precio sustancial, no hay motivos para no elegir una tele HDR aunque solo se busque 4K.
Llegados a este punto es conveniente matizar que estamos usando 4K y UHD indistintamente, aunque, en sentido riguroso, 4K implica tener una resolución de 4.096 x 2.120 píxeles, mientras que UHD es 3.840 x 2.160 píxeles. Cuando nos referimos a 4K en un televisor, realmente estamos hablando de UHD, aunque usar 4K es una licencia comúnmente aceptada.
Hoy en día, es difícil justificar la compra de una tele que no sea 4K salvo que se tenga un presupuesto muy ajustado. A estas alturas, los precios de las televisiones UHD son ya suficientemente bajos como para estar al mismo nivel que los modelos Full HD, incluso por debajo de los 400€ en los modelos más económicos. Si quieres el último modelo 4K con HDR, OLED, QLED o Nano Cell, con más de 60» de diagonal y todos los extras tecnológicos, los precios son estratosféricos. Pero si te centras en que sea compatible con 4K, los precios son asequibles. Así que el precio no es un obstáculo.
Los contenidos son ya suficientemente abundantes como para poder estar viendo 4K a todas horas y con una diversidad excepcional. Los formatos físicos como Blu-Ray presumen de centenares de títulos en formato Ultra HD Blu-Ray, ya sean películas nativas 4K o remasterizadas. Y los servicios de streaming, como Netflix, ya cuentan con un creciente número de contenidos en este formato.
Es más, los proveedores de servicios de Internet también ofrecen descodificadores 4K a través de los cuales hacer llegar a sus clientes contenidos codificados en 4K. Por ejemplo, Orange TV anunció el pasado mes de julio la disponibilidad de su descodificador 4K, a través del cual puede hacerte llegar contenidos de canales como puedan ser los deportivos (Fútbol 4K) o temáticos (Odisea 4K, Cocina 4K, etcétera), sin olvidar los de streaming de películas o series.
YouTube o Vimeo tienen sus propios canales de contenidos UHD, e incluso también ya con resoluciones 8K. 8K aún está lejos, pero 4K está aquí y es ya una tecnología de uso generalizado por los proveedores de contenidos.
Los videojuegos también están migrando a 4K paulatinamente, aunque de momento la mayoría de los títulos para las consolas XBox y PlayStation están preparados para Full HD o incluso HD.
Crea tu propio contenido 4K
Tampoco se puede dejar de lado que, en la actualidad, los smartphones de gama media y precios asequibles cuentan con cámaras capaces de grabar vídeo 4K. Los televisores 4K son el medio perfecto para poder aprovechar la calidad que ofrecen estos contenidos capturados con una calidad tan elevada. Es más, estos receptores son prácticamente la única forma que tendrás de ver los vídeos grabados en 4K, con el permiso de los monitores y pantallas 4K para ordenador, que no son demasiado frecuentes todo sea dicho.
Grabar en modo 4K sin tener un televisor adecuado para ver los vídeos de momento es poco conveniente, pero si tienes un televisor UHD, la experiencia de visualización es mucho mejor que con Full HD.
Qué necesitas para disfrutar de 4K
Además de la tele, necesitas ser capaz de manejar contenidos 4K, ya sea mediante reproductores de Blu-Ray compatibles con Blu-Ray 4K Ultra HD, entre los que está el de la Xbox, o mediante móviles en los que podrás grabar vídeo 4K. Si te decantas por un descodificador de servicios de televisión como Orange TV, necesitarás que sea compatible con 4K, como veíamos antes.
Para los servicios de streaming, 4K está disponible como extra en los modelos de suscripción de proveedores como Netflix. Y además, la aplicación que uses tiene que ser compatible con la reproducción en esta calidad. En otros casos habrá que ver las condiciones específicas de cada compañía.
Para los servicios de streaming y servicios convergentes, las emisiones 4K precisan de una conexión de Internet con una velocidad sostenida de unos 25 Mbps. Esa es, sin ir más lejos, la condición que pone Netflix ahora. Esto significa que lo ideal es tener una conexión de banda ancha de 50 o más Mbps: si estas viendo contenidos 4K y otras personas quieren conectarse a la red, pueden surgir problemas de velocidad.
En el momento presente, comprar una tele que no sea 4K es la decisión difícil de justificar. Que sea HDR o no, QLED u OLED o Nano Cell, es otro tema. Pero que sea 4K parece una exigencia a la vista del estado de la tecnología, los precios y la disponibilidad de contenidos, sea de terceros e incluso creados por los usuarios.