Hace tiempo se dijo que los datos eran el nuevo oro. Hoy nadie duda de su valor. También se dice que los datos son el nuevo combustible, pero ¿qué propulsa esta nueva fuente? Las políticas de mejora de la calidad de vida urbana son uno de los objetivos de los datos libres, sobre los que hablaremos.
Cada vez hay más organismos (empresas y servicios públicos) que hacen públicos sus datos. Estos viajan por la infraestructura de telecomunicaciones y, gracias a ellos, es mucho más fácil establecer nuevas políticas públicas o verificar las existentes. Por ejemplo, destinar proyectos sociales en base a las necesidades del barrio.
Datos generados por todos, disponibles para terceros
Hace un par de décadas las políticas basadas en datos urbanos habrían sido tildadas de utopías. Sin embargo, hoy cualquier agente de una ciudad es capaz de subir datos a una plataforma de modalidad abierta usando una conexión de red estándar. Esto significa que cualquiera podrá consultarlos para ofrecer no solo nuevos servicios, sino también conocimiento.
También implica que todos pueden participar en la generación de datos abiertos. Podemos imaginar esto como la Wikipedia, ese maravilloso proyecto participativo que involucra a toda la humanidad. Cualquiera puede entrar y corregir un dato o aportar otro. ¿Por qué esto es una novedad?
En España contamos desde hace décadas con el Instituto Nacional de Estadística (INE). Este nos aporta datos institucionales, pero los ciudadanos y empresas no pueden participar en la generación de conocimiento. Es una muy buena herramienta, pero es unidireccional.
Para suplir esto tenemos desde 2009 el portal de datos abiertos datos.gob.es, un punto de encuentro entre la ciudadanía, las empresas y la Administración que tiene como objetivo liberar datos. Así, cualquier particular o empresa podrá reutilizarlos para crear productos, rediseñar políticas públicas o comprobar su efectividad.
Cómo evaluar los desequilibrios entre los barrios
No todos los barrios son iguales. Incluso en pequeños núcleos urbanos de baja densidad hay diferencias al cruzar una calle. Nivel socioeconómico, educación, oportunidades laborales… Diferencias que tienden a perpetuarse y generar estratos sociales. ¿Se puede romper la rueda usando datos?
Hace un par de años la Universidad Carlos III de Madrid desarrolló una herramienta para “evaluar los desequilibrios entre los barrios de una ciudad”. La idea era generar una lista urbana de clasificación en función de las necesidades de cada barrio.
Responde a la pregunta: cuando tengo que repartir el capital social, ¿quién tiene prioridad y en qué proyectos? En ciudades como Madrid este tipo de proyectos basados en datos lleva ayudando a los gestores del Fondo de Reequilibrio Territorial desde 2017. Aún es un prototipo, pero es el futuro.
Como menciona José Manuel Molina, del Grupo de Inteligencia Artificial Aplicada de la UC3M, “el futuro, a lo que nos llevaría, es a poder integrar millones de opiniones; ahí es donde estaría la potencia de esta tecnología”. Por ejemplo, enlazar los datos de sistemas que van desde Twitter a los portales de participación urbana.
A más población, ¿mejores rutas de autobuses?
Los datos abiertos facilitan a las instituciones públicas el crear mejores servicios para una ciudad. Otro ejemplo tangible son las líneas de autobuses de las ciudades pobladas. Examinando los patrones de movilidad de los ciudadanos somos capaces de determinar qué líneas hay que reforzar.
Esto ya ocurre desde hace unos años en las grandes ciudades. Plataformas de datos abiertos como MobilityLabs ayudan a la Empresa Municipal de Transportes (EMT) a tomar decisiones para mejorar la vida de los vecinos. Pero ¿por qué Madrid, Barcelona, Sevilla o Málaga? ¿Por qué no pueblos pequeños?
El número de datos es importante a la hora de establecer tendencias y, por tanto, políticas urbanas. Las ciudades más pobladas son por ello candidatas a experimentar mediante laboratorios urbanos que hagan uso de datos libres. Además, es en estas ciudades en las que la infraestructura de red es más amplia.
Núcleos urbanos compactos facilitan la recogida y distribución de datos y también la implantación de cambios. Pero estas soluciones no son únicas de las grandes urbes. Allí se testan, pero las herramientas saltan después a entornos con menos recursos.
Allí donde haya infraestructura de telecomunicaciones recoger datos es posible. Estos datos se procesan, digieren y convierten en información y conocimiento útil para los municipios.
Por Marcos Martínez
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