Primero fueron los ordenadores e internet los que hicieron acto de presencia en las oficinas. Después, la oficina dio el salto a nuestros bolsillos con el smartphone. Ahora, internet de las cosas promete una auténtica revolución en el entorno laboral.
Desde la irrupción de los primeros ordenadores hace ya varias décadas, la tecnología y la digitalización han puesto patas arriba la forma en que trabajamos. Hoy, los smartphones, los wearables y otros sensores, unidos a las mejoras en la conectividad, hacen que estemos hablando ya de oficinas smart. Aunque esta tendencia está solo despegando, en los próximos años veremos un auténtico boom de lugares de trabajo conectados.
Según el último informe al respecto de Markets and Markets, el mercado alrededor de las smart office alcanzó un valor de más de 22.000 millones de dólares en 2017. En 2023 habrá doblado su tamaño hasta alcanzar los 46.000 millones de dólares. Con una tasa anual compuesta de crecimiento superior al 12%, el de las smart office es el mercado IoT (siglas en inglés de internet de las cosas) en el que mayor crecimiento se espera.
La oficina conectada
Pero, más allá de los datos de negocio, ¿qué es una oficina conectada? “Se cumplen todas las condiciones para impulsar las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en la empresa hacia un futuro social, móvil, colaborativo y en la nube. Las tecnologías del futuro ofrecerán un alto grado de sofisticación a la vez que brindarán a los empleados la información correcta en el lugar y en el momento adecuado”, señalan desde Frost & Sullivan.
Los números están ahí. Según la consultora, 2018 ha cerrado con cerca de 180 millones de wearables en uso y dentro de dos años habrá 50.000 millones de objetos conectados a la red (entre dispositivos IoT, ordenadores y móviles). “Para 2020, los departamentos de IT esperarán que los empleados usen sus propios dispositivos móviles, incluyendo smartphones y otros elementos conectados, para el trabajo”.
Así, la smart office, entendida como un ecosistema de trabajo en el que los empleados y un gran número de elementos físicos están conectados a la red, será el entorno laboral inteligente del futuro. El objetivo final es monitorizar y gestionar los procesos y las operaciones de forma más eficiente, al mismo tiempo que mejoran las condiciones laborales.
Los elementos de una ‘smart office’
Hoy por hoy, las oficinas que pueden llamarse smart son todavía minoría. Uno de los ejemplos más repetidos es el de las oficinas centrales de Cisco en Canadá. Allí, los sistemas eléctricos y mecánicos están integrados y conectados. Los datos que se producen en cualquier elemento conectado (incluyendo los trabajadores) son gestionados de forma central. Y las mejoras van desde el aumento de la productividad hasta la reducción del consumo eléctrico.
Así, más en concreto, casi cualquier elemento que esté conectado puede formar parte del ecosistema de una smart office. Lo importante es que no opere por separado, sino que funcione de forma integrada con el resto de dispositivos IoT. Bombillas conectadas, termostatos inteligentes, cámaras de seguridad, cerraduras smart, redes de agua y electricidad conectadas, sensores de movimiento y dispositivos de control por voz. Todos pueden formar parte de una oficina inteligente.
IoT en el trabajo: las ventajas
Trabajar y producir en un entorno conectado tiene multitud de beneficios para la cuenta de resultados de la empresa y para el bienestar de los trabajadores.
- Operaciones de negocio más eficientes. A través del uso de dispositivos IoT y la inteligencia de los datos, se pueden automatizar total o parcialmente una serie de tareas, permitiendo a los empleados liberarse de trabajos tediosos y repetitivos y centrarse en aquellas tareas realmente importantes.
- Ahorro de energía. La gestión inteligente de la iluminación y la temperatura permite importantes ahorros al final del año. Es decir, reduce costes para la organización al tiempo que minimiza el impacto medioambiental de las actividades empresariales.
- Mejora de las condiciones de trabajo. La temperatura y la iluminación óptimas y la liberación de tareas repetitivas influyen positivamente en las condiciones del trabajador. Además, trabajar en un entorno conectado e integrado permite mayor flexibilidad de horarios y la conciliación de la vida privada y laboral. Todo esto contribuye a reforzar el compromiso del empleado y a mejorar la retención del talento.
- Mejora de la productividad por empleado. Como consecuencia directa de lo anterior, un empleado que se sienta más cómodo y más comprometido producirá más.
- Mejora en la seguridad. Las cámaras de seguridad, los sensores de movimiento y las cerraduras inteligentes contribuyen a mejorar la seguridad de la oficina.
El futuro inmediato de las oficinas conectadas no está exento de desafíos. A nivel empresarial, los costes de apostar por integrar un gran número de dispositivos IoT en el espacio de trabajo es elevado. Además, en un entorno conectado, la dependencia de la electricidad y la conectividad es elevada. Y se requiere una política de ciberseguridad robusta para proteger la privacidad de los datos.
Sin embargo, en unas condiciones cada vez más competitivas, cualquier mejora en la productividad y la cuenta de resultados es bienvenida. Es por ello que, según los analistas de Frost & Sullivan, las ventajas pesarán más que los desafíos y en los próximos años veremos una apuesta cada vez mayor por la integración de internet de las cosas en la oficina.
Por Juan F. Samaniego
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