La persiana automatizada se eleva, pero no es eso lo que le despierta, sino el sol entrando por la ventana exactamente a las 6:57. Es la hora a la que el sale ese día del año, y un sensor fotosensible combinado con el histórico de la casa han coordinado el despertador. Huele a café recién hecho.
Pone los pies en el suelo y empieza a sonar un mix personalizado. Es la música que le activa por las mañanas. Nuestro protagonista vive en 2035 y su vivienda inteligente conectada a la red de telecomunicaciones le ha preparado la ducha y el desayuno. Quizá así será la vida en unos cuantos años.
La domótica seguirá avanzando
El chip del termo eléctrico ha calculado cuánta agua tiene que calentar en base a duchas previas. No se debe perder energía de los paneles fotovoltaicos ubicados en la fachada sur del edificio. Después de todo, el excedente ya se está vendiendo y los micropagos empezarán a ingresarse en la cuenta de la comunidad en cuestión de minutos. La instalación se amortiza sola.
En la cocina, el café está en su punto, y un emoji retro de la manzana aparece en la puerta del frigorífico junto a otro de un corazón. Seguir una dieta saludable es mucho más fácil cuando alguien o algo te la recuerda. Coge una manzana y empiezan a sonar las noticias del día en forma de breves podcasts. Por lo visto, el calendario para la fusión nuclear sigue su curso.
Por desgracia aún no hay brazos robóticos que recojan y frieguen, piensa mientras deja la taza en el lavavajillas y la nevera compra de forma autónoma otra manzana. Se lava los dientes con un cepillo conectado que le informa de su estado de salud (“todo nominal”), se viste, y coge la mochila con el portátil y la ropa del gimnasio.
Oficinas flexibles por toda la ciudad
Apenas ha caminado unos metros cuando un minibús eléctrico y autónomo de seis plazas se le acerca. El 5G hizo posible esta tecnología, pero con el 6G ha mejorado mucho. Ha detectado que los pasajeros compartirán trayecto durante cinco kilómetros, y le recoge. Es una forma interesante de hacer contactos camino del trabajo, al que llega media hora después tras dos transbordos.
Las puertas del edificio detectan sus facciones y tarjeta RFID y se abren. Hoy hay reunión de empresa, por lo que la oficina flexible asignada automáticamente está algo más lejos de su casa. Quién iba a decir que iba a ser más agradable usar inteligencia artificial para reasignar espacios a lo largo de la ciudad que seguir trabajando en tecnología holográfica.
La calidez humana aún no se puede enviar por los cables, suele cerrar la responsable del departamento. Tiene razón, y lo importante es dejarlo todo limpio y recogido al terminar. Tras la reunión, cada equipo ocupa un espacio en la oficina y se pone a trabajar con su propio conjunto de IAs, que gracias al Procesamiento del Lenguaje Natural son perfectos asistentes.
Los sistemas integrados hacen todo más fácil
La jornada laboral de seis horas ha terminado. Conocedora de sus rutinas y gustos, la inteligencia artificial integrada en el smartphone define la ruta más corta a su casa que pase por un gimnasio afiliado al programa de empresa. Unos 21 minutos de caminata intensa, gimnasio y 17 minutos de paseo para relajarse.
El móvil calcula en base a esto y el ejercicio hecho durante el último mes natural el tiempo óptimo de gimnasio, seleccionando una clase de spinning que coincide con su breve estancia allí, tras la que acaba agotado. Toca relajarse.
Al acercarse a la máquina de vending esta le llena la cantimplora con agua fresca y le dispensa automáticamente un plátano. Este se carga mediante identificación facial a su tarjeta. Ya nadie usa efectivo.
La recuperación del tejido social
Aún quedan varias horas de sol cuando pasa por el locker refrigerado y cerrado junto a su vivienda. Este objeto inteligente le reconoce y le da el correo, varios paquetes de ecommerce sin envolver en cartón (¿qué necesidad había, verdad?) y la compra en una bolsa de tela reutilizable que luego devolverá. A veces lo inteligente no necesita cerebro. Otras sí, como su asistente personal.
Tras recoger la vivienda le pregunta a su IA si hay alguna cena pública en las inmediaciones. “El BlaBlaCar de la comida” lleva años popularizándose. Es una forma interesante de consolidar el tejido social del barrio. Se apunta a la “Cena tradicional marroquí”, que está a tan solo 700 metros. Una buena forma de cerrar el día.
Nuestro protagonista no lo sabe, después de todo es muy fácil olvidar cómo funciona la tecnología cuando esta lo hace correctamente, pero lleva todo el día usando inteligencias artificiales de diferentes niveles que corren sobre la red de telecomunicaciones. Incluso cuando se acuesta con la caída del sol, las persianas bajan de nuevo y el altavoz bajo la cama reproduce lluvia.
Por Marcos Martínez
Imágenes | iStock/Fahroni, iStock/fizkes