Hace unos días leíamos con asombro el siguiente titular “Más del 90% de las contraseñas de empresas serán vulnerables a ataques durante este año”. Es fácil que, además de asombrarnos nos haya producido cierto temor pues, obviamente, las contraseñas de las empresas suelen ser generadas por personas adultas, profesionales de todo tipo de cualificación en quienes confiamos que hagan un uso seguro de las tecnologías. Pero, no tomamos conciencia de que las prácticas de seguridad que realizan las personas adultas son, en muchas ocasiones, tanto o más vulnerables que las de jóvenes y menores.
Es probable que, aún siendo “mayores” nos expongamos con mucha facilidad a un “ciberataque”. Ocasiones en las que deberíamos reflexionar sobre las consecuencias para nuestra empresa o para nuestra vida personal, ya que se puede estar ofreciendo un “agujero” de entrada a información, documentación y recursos que, en manos de ciber-delincuentes, podrían ocasionarnos graves problemas.
Pero en esta ocasión, queremos iniciar una reflexión en otra dirección: nos falta formación. Bien es cierto que existen actuaciones de sensibilización y formación dirigidas a menores y jóvenes con el fin de que hagan un uso responsable de las TIC. Pero ¿qué sucede con las personas adultas? Es un colectivo que está incorporándose a la Sociedad de la Información, casi siempre de forma autodidacta contando con escasas oportunidades de acceder a formación concreta o a la información disponible.
Es muy importante que las y los adultos tomemos conciencia de la necesidad de proteger nuestros datos, nuestra información ya que, solamente de esa forma, lograremos que las y los menores, en el hogar, también lo perciban así.
En ocasiones son los más jóvenes del hogar quienes asesoran a sus mayores en qué medidas de ciberseguridad adoptar y aunque esto es positivo, no debería ser exclusivamente así. Desde otros ámbitos deberían llevarse a cabo acciones dirigidas a las personas adultas: en el centro de trabajo, en el entorno educativo, en espacios de referencia como Navega Seguro…
Si en el puesto de trabajo se adoptan medidas básicas de ciberseguridad, como el bloqueo del equipo ante un tiempo de inactividad, el acceso a los equipos con contraseñas, modificación de estas periódicamente, el cumplimiento de los requisitos de contraseñas seguras (8 dígitos o más, números, mayúsculas, minúsculas y algún signo)…, posiblemente se trasladarán al hogar y se promoverá que las y los menores también las adopten.
Así, al igual que en el hogar se enseña a los menores a comportarse en el mundo físico, podrá hacerse lo mismo en el mundo virtual y para ello es preciso que las personas adultas cuenten con espacios de referencia, con proyectos específicos de sensibilización en el uso seguro y responsable de las TIC, incluso con pautas de acción concretas a seguir en los centros de trabajo.