Así es como la infoxicación ha mermado tu capacidad de atención

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Consejos y trucos

¿Has notado que las noticias sobre el coronavirus llegan a saturar? Es normal, estás sufriendo infoxicación, un neologismo que combina información e intoxicación. Lo cierto es que el nivel de estímulos sensitivos a los que estamos expuestos lleva creciendo milenios. Alguien de hace un siglo recibía mucha menos información que tú.

Pero en los últimos años ha superado nuestra capacidad, la llamada attention span o intervalo de atención. Mucho antes de la COVID-19 otros temas (políticos, sociales, económicos, etc.) ya saturaban la atención mediática. Y cuando se habla de un tema de forma constante y reiterativa, como está ocurriendo, nuestro cerebro se satura y pierde interés.

Nuestra capacidad de atención es limitada

El multitasking estricto no existe. Una persona solo puede centrarse en una tarea, a menos que se combinen dos con bajos requerimientos, como caminar y hablar. Cuando tratamos de realizar dos tareas complejas, el resultado suele ser que ninguna de las dos sale adelante. Además de este límite, también existe uno temporal: no podemos mantener la atención durante mucho tiempo.

Un estudio realizado en Canadá en 2015 demostró que durante el siglo XXI hemos perdido cuatro segundos de atención en nuestro citado intervalo. Si durante el siglo XX éramos capaces de centrarnos en una tarea durante 12 segundos, con el cambio de siglo hemos bajado a 8 segundos.

Hablamos, por supuesto, de la alta concentración en una tarea. De poner foco. En tiempos de coronavirus, con una sobresaturación de información siempre con el mismo tema, mantener este foco es realmente complicado. Incluso cuando buscamos activamente información.

Ya tiene usted su ración de dopamina

Este foco es muy útil a nivel biológico cuando uno vive en la sabana o en la jungla. Prestar atención a ruidos de depredadores actúa como disparador para salir corriendo o defenderse. Por eso nuestro cerebro recibe una dosis de dopamina cuando nos centramos en una novedad, como un videojuego.

El problema es que estamos biológicamente programados para perder interés una vez esto ocurre. Desde este punto de vista nuestro cerebro piensa “vale, ya tengo mi dosis de dopamina, he debido de lidiar de forma correcta con la amenaza, toca descansar”. Por eso en la actualidad es difícil que algo sorprenda.

Si no es una novedad, nuestro cerebro la ignora

Cuando durante un tiempo recibimos una gran cantidad de estímulos de alta intensidad, nuestro cerebro desconecta y ni los ve. Se vuelve insensible a ellos. Pensemos en el caso de los anuncios por la calle. Su presencia ha aumentado tanto que directamente los obviamos. Nuestra capacidad de atención se ve desbordada, y no somos capaces de poner el foco sobre ellos.

No es que no queramos prestarles atención, es que nuestro cerebro desconecta su procesamiento. Ocurre lo mismo en una sala abarrotada de gente hablando, donde es difícil, si no imposible, seguir las conversaciones, o con una noticia traumática. La primera vez que vemos la noticia nos preocupamos mucho. La segunda, un poco menos. Llega un momento en que cambiamos de canal.

La infoxicación reduce nuestra capacidad de concentrarnos en un tema

Si mantenemos altos niveles de exposición a un gran número de estímulos, como ocurre en la actualidad con los diferentes canales virtuales, el attention span se reduce aún más y más rápido. Especialmente en monotemas o en temas recurrentes como en el caso de la COVID-19.

Llamamos a esto infoxicación, y ocurre incluso con temas relevantes que nos interesan, como “reduce, reutiliza, recicla”. Pensemos en el medioambiente y en su preservación. Durante un tiempo fue una novedad que nos diesen pautas básicas para reducir nuestra huella ecológica (reduce, reutiliza, recicla), pero ocurre que si nos lo recuerdan una o dos veces al día (reduce, reutiliza, recicla), nuestro cerebro desconecta y no las escucha (reduce, reutiliza, recicla).

Es poco probable que hayas leído el paréntesis anterior entero. No es que la sobreexposición a temas ambientales nos haga menos responsables, del mismo modo que no vamos a dejar de lavarnos las manos porque nos lo recuerden cada pocas horas que el jabón ayuda a deshacerse del coronavirus, pero sí ocurre que el cerebro se satura y deja de procesar según qué señales.

Cuanto más veces se repite un mismo mensaje, más fácilmente pasa a formar “ruido de fondo”, como cuando dejamos de escuchar sonidos en casa para acostumbrarnos a ellos. Ese crujido tan molesto los primeros días desaparece tras unas noches. Es el motivo por el que la población de zonas en guerra puede dormir incluso pese a los bombardeos. Están saturados de esa señal auditiva.

Vivimos infoxicados y somos menos brillantes

Todo esto tiene un coste. Que algo sea normal no significa que sea bueno. Y que nuestra capacidad de atención se haya visto reducida de 12 a 8 segundos en unas décadas no es algo por lo que sacar pecho. El número de estímulos a los que estamos expuestos (televisión, alarmas de móvil, mensajes emergentes de todo tipo…) es tan alto que nuestro cerebro no utiliza bien sus recursos.

Ocurre como con el spam y los ataques DDoS: si enviamos mucho spam a una misma web, se colapsa y nadie puede acceder a ella. Si saturamos nuestro cerebro con infoxicación constante del coronavirus, somos incapaces de acceder a funciones ‘más elevadas’, como la concentración en otros temas. Se sabe que los cerebros cansados tienen problemas de memoria e imaginación.

La buena noticia es que desconectar es sencillo. La mala es que no es fácil. Lo estamos viendo con el coronavirus, donde nuestra capacidad de atención lucha contra nuestro interés por estar informados. Aunque sabemos que bastaría con encender el televisor una vez al día, pasamos horas delante.

La infoxicación hace que nuestra capacidad de concentración se vea disminuida, pero es que también somos menos innovadores y vemos mermada la memoria. Nuestro cerebro necesita un descanso, y de tanto en tanto merece la pena apagar los dispositivos y dedicar un par de horas a mirar por la ventana.

Por Marcos Martínez

Imágenes | iStock

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