Aunque haya cobrado relevancia hace poco, lo que conocemos como big data existe desde hace mucho tiempo. Lo que ha cambiado es la percepción que tenemos de los datos, esenciales para el desarrollo de las nuevas tecnologías. Es justo en esta transformación de perspectiva donde cobra relevancia la ‘datificación’.
Nadie duda de que tanto el presente como el futuro más inmediato dependen en gran medida de cómo evolucionen fenómenos como el metaverso, las tecnologías como blockchain y el big data. Y aunque haya diferencias notables entre ellos, hay un rasgo transversal: el uso de cantidades masivas de información.
¿Qué es la datificación?
Hay científicos a los que la popularización del término big data no les ha sorprendido. Citan el trabajo de los físicos de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN, por sus siglas en inglés) como una muestra de que la recolección de ingentes bloques de datos no es novedad, al menos, en ciertos campos de investigación. Sí lo es que exista una concienciación global, que permea hasta en el ciudadano de a pie, de la importancia que tiene la información.
De este modo, lo que ha cambiado no es la existencia de dichos datos, sino la proliferación masiva de las fuentes de los mismos. La progresiva digitalización de nuestras vidas ha provocado que muchos procesos que antes no quedaban registrados ahora lo estén, de manera automática y hasta invisible para los usuarios.
La datificación, por tanto, sería el proceso de transformar el dato, cuantificado por medio de análisis y organización, en un determinado tipo de información que pueda ser utilizada después con fines concretos. Gracias a la democratización tecnológica, con respecto a coste y sencillez de uso, este proceso de aún no tiene techo: estamos ante el principio de su despegue.
Ejemplos de la datificación en nuestra vida diaria
Vivimos un verdadero cambio de paradigma que, a diferencia de otros fenómenos simultáneos en el tiempo, no resulta complejo de entender o asimilar. De hecho, hay ejemplos en nuestro día a día de cómo lo hemos naturalizado. El más obvio sería observar nuestro comportamiento en el mundo online, donde toda acción queda registrada.
Como bien desvela la máxima de “si no pagas por un producto, el producto eres tú”, el análisis de nuestro comportamiento virtual es el gran activo de toda corporación tecnológica que ofrezca apps y programas gratuitos. No solo acciones evidentes como likes, búsquedas y follows. El tiempo de atención, por ejemplo, es capital para el negocio publicitario actual.
Hay muchos más. Hace años solo los deportistas profesionales llevarían una cuenta estricta de sus esfuerzos físicos. Ahora, la proliferación de smartwatches y pulseras de rendimiento genera cantidades masivas de datos, que incluyen calorías quemadas, pasos dados, en qué momentos se eleva nuestro pulso y cuál es el volumen de oxígeno en sangre.
El impacto del big data en el mundo
Teniendo en cuenta que se calcula que la cantidad de información se duplica cada dos años, como mínimo, el valor de dichos datos no reside en la existencia y recolección per se. Si no en descubrir qué patrones explican las relaciones entre ellos y, sobre todo, en qué puede ser de utilidad para el conjunto de la sociedad.
Eso se refleja en momentos tan cruciales como una pandemia, donde el análisis de incidencia, sintomatología y tiempos de recuperación ha podido servir para prevenir a la población y anticipar los efectos de olas posteriores causadas por nuevas variantes. En general, el uso de la información disponible puede suponer un salto cualitativo en campos como la medicina y la salud.
No son los únicos. El funcionamiento óptimo de las llamadas smart cities o ciudades ‘conectadas’ depende en buena medida de cómo se gestionan informaciones tan diversas e interesantes como el flujo del tráfico, los niveles de contaminación y la previsión meteorológica, por hablar solo de algunos de los factores.
La datificación, también interesante para la empresa
Computación, ciencia y política son algunos de los campos en los que la datificación y el big data avanzan futuros prometedores. Desde la perspectiva empresarial sería absurdo negar las posibles ventajas que supone la asimilación de los datos y su gestión, de cara a mejoras en el modelo de negocio y como un activo de enorme valor.
No hablamos solo de gran empresa; hay ejemplos de que en el pequeño negocio también genera ventajas. Si gracias a un programa de fidelización en el retail o a la facilitación de pago por código QR en la restauración obtenemos perfiles de usuarios, será más sencillo segmentar y enviar publicidad personalizada para generar engagement y futuras ventas.
De los servicios financieros a una productora audiovisual, pasando por una operadora de telecomunicaciones de la importancia de Orange, son pocos los casos en los que la datificación y el big data no puedan ser de utilidad. Empezando por la necesidad de reforzar la ciberseguridad, uno de los grandes retos que plantea la nueva realidad tecnológica que vivimos.
Por Pablo Vinuesa
Imágenes | Portada, fotografía de Carlos Muza; interiores, fotos de Mika Baumeister y Blake Wisz, todas en Unsplash.