Tras pasar un año en el Ártico, la expedición internacional Mosaic ha vuelto a casa. Lo ha hecho con un conjunto inmenso de datos bajo el brazo.
A bordo del rompehielos Polarstern, casi 450 científicos han estudiado el norte de nuestro planeta como nunca antes, acumulando información sobre las dinámicas físicas y biológicas de la región y entendiendo mejor el cambio climático. Una vez hayan concluido los estudios, a partir del 1 de enero de 2023, todos los datos recopilados estarán disponibles en abierto. Pero ¿cómo son la ciencia y la tecnología que lo han hecho posible?
La misión Mosaic
En septiembre de 2019, el rompehielos partía de Tromsø, Noruega, rumbo a la banquisa ártica. El objetivo era quedarse atrapado en los hielos perennes del mar del Norte y estudiar su movimiento, su comportamiento y todas las dinámicas relacionadas con ellos. Por delante quedaban 389 días de expedición, durante los cuales el barco estuvo encajado en el hielo polar cerca de 10 meses. Durante este tiempo, 442 científicos de 20 países distintos colaborarían para entender mejor el sistema climático del Ártico y su relación con el resto del globo.
Entre los objetivos científicos de la misión estaban entender mejor la formación y el derretimiento del hielo, la circulación oceánica y las corrientes árticas, la relación del océano con la atmósfera y, en particular, con la formación de nubes, la adaptación y la evolución de las especies que habitan el Ártico o las emisiones de gases y partículas del océano, entre otros.
Toda esta ciencia buscaba cambiar la imagen que se ha formado del océano más septentrional de la Tierra. El objetivo global de Mosaic (acrónimo de Multidisciplinary drifting Observatory for the Study of Arctic Climate) era, al fin y al cabo, reunir información para entender cómo y por qué el Ártico es la región que parece estar sufriendo los mayores efectos del cambio climático; y cómo esto puede afectar al resto de climas del planeta.
Un barco y una red de comunicaciones a la deriva
El Polarstern, un rompehielos alemán del instituto Alfred Wegener, es un clásico de la exploración polar. Lleva en activo desde 1982 y recorre, de media, más de 90 000 kilómetros cada año. Pero una cosa son viajes concretos y otra es pasarse más de un año atrapado en el hielo. Así que, para el desarrollo de Mosaic, no estuvo solo: a lo largo de los 389 días, recibió la asistencia de otros siete rompehielos.
Además, puede que el Polarstern fuese el centro de la misión internacional, pero su influencia se extendía más allá del casco y el hielo que lo rodeaba. Así, el barco estuvo en todo momento conectado a varios centenares de dispositivos y estaciones de medición, agrupados bajo lo que se denominó Distributed Network. Esta red viajó siempre a la deriva sin alejarse demasiado del barco, aunque en algunos momentos algunos dispositivos llegaron a estar separados por más de 50 kilómetros.
Algunas de estas estaciones eran completamente automáticas y tomaban mediciones de temperatura, humedad o radiación solar, acumulando datos que luego enviaban vía radio o satélite a los laboratorios del barco. Otras estaban destinadas a la recolección de muestras de agua, hielo y microorganismos que los científicos debían recoger físicamente. Además, la misión contó con dispositivos móviles, como los dos drones empleados para tener visión directa de los cambios en el hielo en el entorno del barco.
Ciencia y datos abiertos
Por muchos satélites que tengamos observando el planeta, por muchos datos que se recopilen sobre el clima, los ecosistemas o las dinámicas físicas que los gobiernan, hoy por hoy sigue habiendo muchas preguntas sin respuesta. La misión Mosaic buscaba, sobre todas las cosas, rellenar de datos ese espacio vacío en el mapa climático del Ártico.
“Debido a que carecemos de datos suficientes sobre el Ártico central, bajo ciertas condiciones y en un escenario pesimista de emisiones de gases de efecto invernadero, algunos modelos predicen que las temperaturas árticas habrán subido cinco grados para fines de siglo, mientras otros modelos predicen que se habrán incrementado 15 grados bajo las mismas condiciones”, señalan desde Moscaic. La horquilla de incertidumbre es demasiado amplia.
Por eso, la misión no se guardará la ciencia para sí misma. Los organismos de investigación involucrados, entre los que se encuentra el Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona, podrán usar los datos recabados a bordo del Polarstern en exclusiva. Pero una vez concluidas las investigaciones, a partir del 1 de enero de 2023, toda la información y todas las bases de datos estarán disponibles para cualquier persona en abierto.Información recabada a 1500 kilómetros de distancia del asentamiento humano más septentrional. Datos de las profundidades recogidos a más de 4000 metros bajo la superficie y de las alturas (a más de 36000 metros sobre el hielo). Un inmenso conjunto de data acumulado a través de 247 estaciones de monitorización. Un mosaico de datos abiertos para predecir el futuro climático del Ártico.
Por Juan F. Samaniego
Imágenes | AWI/Lianna Nixon, Michael Gutsche, Alfred-Wegener-Institut