Así es el RFID, la tecnología que sostiene las cadenas de suministro

Innovación

Las cadenas logísticas mundiales dependen de los lectores y las etiquetas de RFID. También se aplica esta tecnología de identificación por radiofrecuencia a múltiples sectores, como el sanitario, el industrial, el ganadero, el comercial, el del transporte o el del ocio. Incluso cuando participamos en una carrera popular, estamos localizables gracias al RFID.  

¿Qué es el RFID y para qué sirve?

La tecnología RFID, acrónimo del ingles radio-frecuency identification, tiene como objetivo la identificación y el registro de datos. Supone una mejora del tradicional código de barras gracias al uso de ondas de radio. Y es que mientras que un código de barras utiliza una imagen para identificar un producto en una etiqueta, el RFID se vale de ondas de radio que permiten la lectura de los datos sin que sea necesaria una línea de visión directa entre la etiqueta y el lector.  

La tecnología RFID sirve para controlar los productos que entran y salen de un almacén, por ejemplo. También permite controlar las fechas de envasado y caducidad de alimentos, o el número de lote de un producto, para saber dónde se ha fabricado y dónde se ha distribuido y vendido. En un hospital, mantiene perfectamente identificadas las pruebas y análisis de pacientes. Y en una biblioteca servirá para gestionar los préstamos de libros e incluso para saber las tendencias de lectura de sus usuarios.  

¿Cómo funciona?

Se trata de un proceso sencillo. Un lector de RFID envía una señal continua dentro de un área o radio determinado. Y cuando la etiqueta RFID entra en contacto con esta señal, envía los datos del producto al que está adherida. El lector interpreta esa información según esté programado y la envía a un ordenador para que alguien haga un seguimiento de ella.

Las etiquetas RFID que se adhieren a los objetos que se desean identificar son una pequeña pieza de metal, plástico o cartón. Y tienen incorporado un chip o circuito integrado con capacidad de memoria. También disponen de una diminuta antena para comunicar con el lector. Hay básicamente dos tipos de etiquetas: pasivas (no tienen batería propia y emiten señal hasta unos 15 metros) y activas (cuentan con fuente de alimentación propia que les permite enviar la señal a más larga distancia).   

Ejemplos de uso del RFID

En los últimos años la tecnología RFID se ha convertido en uno de los sistemas de identificación más usados en las cadenas de suministro. Pero sus aplicaciones no se reducen al ámbito logístico, sino que también son una tecnología útil en el comercio minorista, en los hospitales o las granjas, para identificar y hacer seguimiento de animales. 

En el sector logístico, la tecnología RFID es sinónimo de trazabilidad. En este ámbito es vital conocer en todo momento el estado del inventario y la localización de cada producto. Gracias a la tecnología RFID los datos de cada pieza de material que entra y sale de un almacén se procesan en el momento y de manera exacta. Es decir, el sistema dirá en qué punto se encuentra el producto. Si está en el almacén, si ha salido, si ha llegado a un cliente, si está de vuelta porque la entrega no se ha producido, etc. De este modo se puede agilizar también la preparación y el envío de pedidos. 

En comercio minorista, y más en concreto en las tiendas de ropa, las etiquetas RFID han ido sustituyendo poco a poco a los códigos de barras y permiten conocer la localización exacta de cada prenda y almacenar información relevante de la misma. Incluso estas etiquetas pueden ser usadas como medida antirrobo, programándolas para que se desactiven cuando pasan por caja o para que activen la alarma del local si alguien se lleva un artículo sin pagar. 

En el sector sanitario, la tecnología RFID puede servir para marcar y controlar el equipamiento en un quirófano, que es caro y vital por naturaleza. O para identificar pruebas médicas y asociarlas a un paciente determinado, o incluso para controlar el acceso de enfermos o personal médico a ciertas áreas de un hospital. 

Un último ejemplo cotidiano de uso de la tecnología RFID tiene que ver con los eventos deportivos. El chip que llevan encima cualquier participante en una carrera popular suele ser una etiqueta RFID que controla el recorrido que hace y el tiempo que tarda. Se pueden llevar sujetas al dorsal o al calzado deportivo, y los datos que emiten son leídos por los arcos que los organizadores ponen en la salida y en la llegada, o también en puntos intermedios de la carrera. 

Ventajas del RFID

La gran ventaja del RFID frente al código de barras es que elimina la necesidad de disponer de una línea visual directa entre lector y etiqueta. Eso amplía mucho su alcance. Con la tecnología RFID, la localización del producto es más fácil y rápida. El lector no tiene que estar a pocos centímetros de la etiqueta, sino que puede captar los datos a varios metros de distancia. 

Además, las etiquetas RFID permiten almacenar gran cantidad de información de un producto en particular, mientras que las de códigos de barra convencionales otorgan un número que comparten artículos iguales. 

La velocidad de lectura de los datos con un sistema RFID es hasta 25 veces superior a uno más convencional de código de barras. Eso supone una ganancia importante en eficiencia y productividad para cualquier almacén que opte por esta tecnología.  

Por otra parte, la capacidad de lectura en un sistema RFID no se verá mermada por la acumulación de polvo o suciedad, algo habitual en almacenes y entornos industriales. Sin embargo, este problema sí que afecta a los códigos de barras. 

Por último, la seguridad es otra de las ventajas de las etiquetas RFID, que almacenan una información que está protegida y que pueden ser usadas también para alertar de robos de material en un almacén, una tienda o un hospital. 

Desventajas del RFID

Pero no todo son beneficios cuando se habla de RFID. Su instalación también tiene algunos inconvenientes. Un sistema de este tipo suele dar lugar a interferencias y errores de lectura cuando hay muchas etiquetas cerca. Las múltiples señales distorsionan el proceso de lectura de un operario y en procesos de picking puede ser un método ineficaz. 

Tampoco funcionan las etiquetas de manera óptima en entornos con altos niveles de humedad o donde abunden los productos metálicos. Además, las etiquetas pueden verse afectadas por otras fuentes de ondas de radio, que podrían interferir con las del RFID. 

El precio tampoco juega a favor. Etiquetas y lectores de RFID son tecnologías varias veces más caras que las pegatinas y los lectores de códigos de barras. 

Y, por último, otro problema asociado a la tecnología RFID es la incompatibilidad. Las etiquetas varían en función de la industria, los países o las regiones de procedencia. En el caso de que una empresa multinacional opte por este sistema, es un asunto muy a tener en cuenta. 

Por Juan I. Cabrera

Imágenes | Wikimedia Commons, Freepik.es/senivpetro

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