‘Smart cities’ poscovid-19: los grandes aprendizajes

Innovación

¿Puede una pandemia cambiar el sueño de la smart city? Lo que se conoce sobre las enfermedades, así como la experiencia de quien las vive, tiene un impacto profundo en el diseño de las ciudades. Las enfermedades dan lugar a nuevos tipos de urbes o las modifican (la peste negra en el siglo XIV o la viruela en el XVIII). Algo que volverá a ocurrir: las ciudades inteligentes poscovid-19 son ya diferentes.

La covid-19 ha alterado la forma en que se entienden las ciudades añadiendo, al respeto que se siente por la contaminación ambiental que se respira en ellas, esa interacción personal que da lugar a las ideas más brillantes, a la innovación, al desarrollo y, hoy, a nuevos contagios. La resiliencia urbana ha cambiado de significado, y el urbanismo táctico o la ciudad a 15 minutos florecen.

¿Fueron las ciudades el foco de infección?

Wuhan, el primer enclave humano donde apareció el SARS-CoV-2, es una ciudad densa de más de 11 millones de habitantes. Tras la confirmación de los primeros positivos, las urbes vecinas de Xi’an, Nantong, Hangzhou o Changsha temieron lo peor.

Sin embargo, no ocurrió lo esperado: gracias a la tecnología y a estrictos protocolos de cuarentena y vigilancia, la ciudad de Wuhan sorteó la suerte que por herencia histórica le tocaba. Por desgracia, el virus ya estaba presente en otros países campando a sus anchas.

En un inicio se pensó que cuanto más densa y grande fuese una ciudad, más probabilidad habría de contagio. El número de habitantes, tan beneficioso en términos de productividad, bajo impacto ambiental per cápita o reducidos costes de movilidad en transporte público, pesaba sobre ciudades como París, Madrid, Nueva York, Ciudad de México o Singapur.

Actualmente se sabe que, gracias a la tecnología con la que se cuenta, variables como el tamaño o la población pueden ayudar a los virus a propagarse, pero inciden más otras medidas como la monitorización o las medidas de movilidad restringida. Por primera vez en siglos, muchas ciudades vivieron semanas o meses de aislamiento estricto. Y los espacios empezaron a cambiar.

Resiliencia urbana, una nueva definición

La resiliencia urbana, cualidad destacada en el Objetivo 11 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU, es la característica de una ciudad para resistir determinados embates sin quebrarse. Esto incluye riadas, golpes de calor y, por supuesto, enfermedades contagiosas.

El confinamiento de Wuhan, seguido de muchos municipios italianos y españoles, demostraron que un número importante de urbes son capaces de resistir estas tensiones. Las ciudades han sido capaces de soportar condiciones extremas, y no solo mentalmente, sino también económicamente.

La resiliencia urbana puede definirse como “una forma de construir las ciudades que les permite prepararse, resistir y recuperarse de cualquiera amenaza natural”. Pero ¿hay un modo de construir capaz de evitar una pandemia, minimizarla o hacer que su ciudadanía salga mejor cuando haya pasado?

Cuando los edificios de una ciudad tienen una buena relación entre diversos usos (viviendas arriba, bajos con comercios abajo) y se evita que barrios enteros se conviertan en residenciales, en barrios de ocio o en lugares de compra, es decir, cuando la ciudad tiene un uso mixto, se favorecen elementos como el comercio de proximidad, la ciudad caminable y recorridos más cortos.

Algo que no solo beneficia a la ciudad desde el punto de vista de la contaminación urbana, que se ve notablemente reducida, o el trabajo local, sino que evita que el virus salte de un lugar a otro de la ciudad con rapidez.

Aceras de ida, pasillos de vuelta, distancia personal

Uno de los aspectos más llamativos del cambio de la movilidad urbana peatonal derivado de la pandemia ha sido la direccionalización del tráfico. Calles peatonales tendían vallas en su nervio central, dividiendo el espacio, de forma que la corriente de peatones las dejaban a su izquierda al pasear.

Algunas aceras estrechas se volvían ‘aceras de ida’, mientras que las opuestas se usaban para el sentido contrario. Las flechas direccionales en el suelo brotaron de golpe en multitud de espacios urbanos. Centros comerciales, oficinas, edificios públicos y comercios se convirtieron, de la noche a la mañana, en esquemas que señalaban en suelo y paredes el movimiento de la población, como si los edificios se hubiesen convertido en aquellos dibujos del corazón del colegio.

La distancia personal, el mantra de la precaución covid-19, ha rediseñado colegios, centros de ocio y edificios residenciales. Mientras que en lugares como Corea, Singapur o China esas divisiones son virtuales y funcionan mediante códigos de acceso, en otras ciudades se ha priorizado la distancia personal en cualquier espacio público. Esto, por supuesto, ha reavivado los debates sobre el uso de espacio urbano, pero también la utilización del coche.

Ciudad peatonal, ciudad a motor

La covid-19 ha reforzado algunas disparidades ya presentes en el interior de las ciudades en materia de movilidad, en particular en relación al uso de espacios. Así, mientras que en ciudades como Madrid el 70% de los desplazamientos se realizan en transporte público, siendo de un 46% en la periferia, más del 60% del espacio está reservado al automóvil privado.

Durante 2020 se han observado varios fenómenos relativos a esta movilidad. Primero, un parón seco entre marzo y mayo del transporte público, acompañado de una movilidad preferentemente privada; seguido de un repunte moderado de movilidad en la que ha predominado un crecimiento sin precedentes del vehículo privado. La ciudadanía lo prefería para no contagiarse.

Por desgracia, a medida que pasaban los meses los niveles de contaminación de las ciudades españolas fueron recuperando sus valores precovid-19, y según iban saliendo ciudadanos a la calle veían cómo las aceras estrechas que antes solo suponían una incomodidad ahora implicaban no poder cumplir con las recomendaciones de distancia de seguridad.

En enero de 2020, la nevada Filomena ‘reseteó’ el espacio urbano, ayudando a los urbanistas a pensar la ciudad sobre un lienzo blanco al demostrar cómo el trazado de la movilidad privada en realidad no requería tanto espacio como se tiende a pensar, y recordando la necesidad de acciones de urbanismo táctico.

Dentro de este urbanismo táctico —intervenciones urbanas de bajo coste— se destacan éxitos como las superislas barcelonesas o la peatonalización de Times Square (Nueva York). Estas iniciativas buscan mejorar la salud física y mental de los habitantes de las ciudades, y se han convertido en elementos particularmente útiles durante una pandemia.

Smart cities a 15 minutos y teletrabajo

Hace unos años, la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, propuso convertir la capital francesa en una ‘ciudad a 15 minutos’, una urbe en la que el trabajo, el colegio de los niños, las actividades educativas y las compras estuviesen a poco más de un paseo corto. La regidora que ya peatonalizase con éxito las orillas del Sena, y que ha ganado de nuevo sus elecciones bajo la campaña de eliminar más de 60 000 aparcamientos en el centro de la ciudad, quiere transformar París.

En la ciudad a 15 minutos cualquier vecino tiene a un cuarto de hora todos los servicios que puede necesitar. Este urbanismo comparte características con el urbanismo de bajo impacto ambiental, como fomentar una alta densidad para que haya menos distancia entre edificios notables, tales como colegios u hospitales. De este modo parte de la distancia que favorece la movilidad privada se traduce en un viaje vertical en ascensor.

Esta ciudad depende de implantar el teletrabajo como forma predominante en aquellos empleos que lo permitan, algo que la covid-19 ha consolidado. También exige una cantidad importante de nuevas tecnologías, tales como la gestión pública a través del análisis de la sensorización urbana: gestión de residuos, generación de energía distribuida y, en el futuro, movilidad autónoma.

Como con el teletrabajo y la digitalización empresarial, la covid-19 ha acelerado algunas tendencias. La recuperación de espacio físico para el peatón a través de aceras más anchas, peatonalización o construcción de supermanzanas, así como la ciudad de proximidad, son algunos de estos factores.

Por Marcos Martínez (Euklidiadas)

Imágenes | iStock/IakovKalinin, iStock/JJFarquitectos, iStock/Alejandro Castellon.

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