Internet no olvida. Ni perdona. La mitad de los ciudadanos buscamos información ajena y propia, constatando cómo nuestros deslices se convierten en hitos biográficos. Y las redes sociales son los mejores motores de búsqueda.
En tiempos de cultura acelerada y comunicación inmediata, las redes sociales son un poderoso altavoz que puede dar la vuelta a un producto cultural —replantear una elección de casting en una película o tumbar una campaña de marketing—. Ya lo decía Stan Lee: un gran poder conlleva una gran responsabilidad.
1. No abuses de los hashtags
Los community managers de cuentas en Instagram caen con frecuencia en este error. El anhelo de posicionamiento genera largos muros de hashtags, con la función de cubrir el más amplio espectro de tendencias posibles. Pero esto suele deformar el mensaje, en tiempos donde focalizar y segmentar el target suele considerarse una estrategia más funcional.
¿Dónde está el ideal? En 4-5 hashtags claros, bien posicionados, acordes con la temática y el mensaje, reforzados por unas keywords que redondeen la idea. Ambas herramientas son perfectas para mejorar visibilidad. Por tanto, nuestra meta debería ser esa, no emborronar la idea.
2. Mejor un silencio que una réplica encendida
A veces las cosas se descontrolan. Es habitual. Internet está lleno de provocadores anónimos. Podemos encontrarnos con situaciones incómodas en las que un ataque constante propicie un ambiente de toxicidad donde, amparados por el derecho a réplica, caigamos en la descalificación.
Cuando la única argumentación que poseemos en nuestras manos tiene forma de ad hominem —falacia argumentativa contra la persona, no contra el argumento—, es que algo falla. Herramientas como Tweetdeck nos permiten responder inmediatamente, pero, como reza el lema, es mejor contar hasta diez y replantearse la réplica.
3. Permeabilidad con el día a día
La realidad marca el tempo de las redes sociales. En nuestros distintos timelines nos encontraremos con obituarios mezclados con artículos de opinión, críticas, fake news…
Para hacer un buen uso de las redes sociales, debemos saber tomarle el pulso al día a día. ¿Cómo responderemos ante un fallecimiento? Depende del contexto, pero siempre hemos de mantener cierta cortesía, distancia prudencial y respeto en nombre de los familiares y allegados.
Esta es una máxima que podemos extrapolar a cualquier ámbito: debemos comunicarnos a las horas de máxima audiencia, seguir el tracking y sinergias de nuestros seguidores y no generar momentos de incomodidad fuera de nuestro habitual huso horario.
4. Respeto por la autoría
Por supuesto, siempre debemos mencionar a los autores, no simplemente formar cadenas y atribuirnos méritos ajenos. Incluso cuando desconocemos la autoría, hemos de referenciarla. El pretexto de «no entra en un tuit» no debemos usarlo.
Si algo funciona, si nos encontramos con una foto que ilustra un momento que nos interesa, bien por divertido, noticiable, importante para trasladar a un cargo superior o cualquier situación similar, debemos citar a la fuente.
5. Errores de ortografía que se vuelven virales
El éxito no tiene forma. Un error gramatical puede condicionar una cadena de replies, generar bromas y convertirse en un viral. Pero esto es algo inusual, supeditado a variables que podemos o no controlar.
Recomendamos, por tanto, un uso responsable del idioma. Ante la duda, siempre podemos preguntar a Fundéu. Pero que una coma en un lugar que no debe o una tilde omitida no nos lleve a equívocos. Si nuestro material de trabajo son clientes, un error ortográfico puede acrecentar aún más la incertidumbre y confusión del usuario.
6. El cliente NO siempre tiene razón
La comunidad puede intoxicar el lenguaje. Ya lo hemos apuntado. Pero cuando la descalificación alcanza el terreno del acoso, la amenaza directa o la injuria, entra en el campo del delito contra el honor.
Cuenta personal o corporativa, deben aceptarse tácitamente siempre unos mínimos. Si no es así, nada de rebajar el tono, sino acudir a los distintas acciones para notificar spam o abuso. El protocolo que debemos seguir en estos casos exige recopilar toda la información posible para poder emprender las acciones legales oportunas. Una captura de pantalla tal vez no sirva a un tribunal, pero sí a un superior o a la propia red para bloquearle el servicio.
7. Las intimidades… en la intimidad
Imagina que son las 12 de la noche, acabas de salir indignado de un restaurante y comienzas, por error, a tuitear desde la cuenta de un perfil profesional, confundiéndola con la personal. Con la geolocalización activa. Entonces decides emprenderla contra el perfil del restaurante, criticando severamente la calidad del servicio.
En este particular nos encontramos con dos problemas: en primer lugar, hemos comprometido la cuenta de nuestro cliente. Y esto puede causarnos problemas. En segundo lugar, hemos desacreditado a la marca pero, aún peor, hemos facilitado datos personales con los que podrán vincularnos con facilidad.
Si estás en tu tiempo de ocio, quizá convenga desvincular el servicio de nuestro smartphone personal. Nada de mezclar trabajo con entretenimiento.
8. Uso de datos de terceros
Quizá suene demasiado obvio, pero aunque a nosotros no nos preocupe proteger nuestra confidencialidad, sí debemos velar por los datos de terceros. En una red social abierta debemos evitar publicar direcciones postales, teléfonos de contacto o cuentas de correo personales. Más aún si nos comunicamos desde una agencia.
Los mensajes directos y chats privados serán el marco perfecto para esta información particular. Una protección que debemos acentuar en el caso de niños y adolescentes. El amparo jurídico es distinto para menores de edad. ¿De qué edad? Según el Real Decreto-Ley 33/1978, de 16 de noviembre, la mayoría de edad se establece a los 18 años. Nada de fotos o vídeos ya que se vulnera la intimidad y se viola el honor de los menores.
9. Contrastar fuentes: dos o tres veces
Pura praxis periodística: seamos o no parte del ‘cuarto poder’, la verificación de información debe primar sobre la viralidad y la entrega al periodismo replicante. Una exclusiva vende, pero ya decía García Márquez que «la primicia no la da quien primero publica sobre un hecho, sino el primero que lo cuenta bien». La habilidad reside en el tono, bien temperado, donde narrar fluido y narrar veraz se dan la mano.
Los bulos y las fake news no sólo son enemigos de la verdad, sino también de la desinformación. Da igual que ensalcemos ‘Star Wars’ o hablemos de la compra de un móvil. Si decimos que este dispositivo puede explotar o que en dicho filme reaparece Jar Jar Binks, solo estamos haciendo daño a la red.
10. Sentido común
Si dudas, no lo hagas. Cualquiera diría que esta es una máxima un poco simplista. Pero la voz de la cordura siempre es buena consejera. Si queremos garantizar el éxito de nuestras redes sociales, debemos comunicarnos de forma limpia, clara y apelar al sentido común.
Por Israel Fernández
Imágenes | Pexels