7 bulos sobre el 5G y cómo desmentirlos

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Ni el 5G ni las radiofrecuencias de uso comercial, en general, son perjudiciales para la salud. Así lo confirmó el Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS) en su último informe. Las redes 5G, que actualmente están presentes en gran parte del territorio español, son inocuas para nuestra salud.

El 5G, imprescindible para las nuevas tecnologías de conducción autónoma y sectores como la salud o la industria robótica, ha sido disfrazado por algunos como un ‘enemigo en la sombra’. ¿Por qué? Un potaje de mentiras, desinformación y montajes virales ha alcanzado una proporción tan relevante como peligrosa, desembocando en personas formadas temiendo por su salud y desconfiando de todo. Estos son los mayores bulos difundidos.

El 5G da cáncer

En este punto conviene extenderse. Sobre todo, para entender correctamente qué es una sustancia cancerígena y qué es una sustancia que emite radiación. La radiación está presente en todo cuanto nos rodea, desde las manzanas y los plátanos hasta el papel fotográfico o el lavavajillas. El universo está lleno de partículas cargadas y cada año realizamos actividades potencialmente más peligrosas: atiborrarnos de alimentos ultraprocesados, tomar el sol…

Que algo produzca cáncer significa que emite tanta radiación ionizante que supera nuestra tasa de absorción y, por tanto, posee la capacidad de romper la estructura natural y, por ende, dañar nuestro ADN. Tal y como explica la Comisión Nuclear Reguladora de los Estados Unidos, la radiación que emite el 5G “no posee suficiente energía para romper enlaces moleculares o eliminar electrones de los átomos”.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya publicó en 2006 un informe que concluía lo siguiente: “Teniendo en cuenta los muy bajos niveles de exposición y los resultados de investigaciones reunidos hasta el momento, no hay ninguna prueba científica convincente de que las débiles señales de radiofrecuencia procedentes de las estaciones de base y de las redes inalámbricas tengan efectos adversos en la salud”. Así bien, los niveles de exposición en el mundo actual se han disparado: más smartphones, más dispositivos conectados (IoT) y más tiempo de uso.

Sin embargo, la situación es similar: la tecnología inalámbrica 5G es cancerígena de nivel 2B, una catalogación atribuida a los compuestos que pueden contener carcinógenos “cuando se considera que una asociación causal es creíble, pero el azar, los sesgos o los factores de confusión no pueden descartarse con una confianza razonable”. ¿Qué otros elementos se encuentran en esta categoría debido a alguna sustancia perteneciente a este grupo? El ácido cafeico del café y el aloe vera, por ejemplo.

En resumen, los estudios llevados a cabo hasta la fecha concluyen que la exposición ambiental a los campos de radiofrecuencia no aumentan el riesgo de cáncer. Podríamos también decir que la falta de evidencia no implica sentencia en firme. Existen discrepancias y, en cualquier caso, siempre se recomienda apostar por el filtrado y la emisión reducida, algo que se lleva persiguiendo en la ciencia médico-tecnológica desde hace décadas.

Por culpa del 5G estamos enfermando de COVID-19

Desmentido por la Unión Internacional de Comunicaciones (ITU), el organismo especializado de las Naciones Unidas para las tecnologías de la información y la comunicación, esta vinculación tal vez nace de la charla impartida por Thomas Cowan donde conecta 5G y COVID-19 mediante la siguiente conjetura: «Cada pandemia de los últimos 150 años se corresponde con un salto cuántico en la electrificación de la Tierra».

¿La gripe española? Las ondas de radio. ¿Las pandemias tras la Segunda Guerra Mundial? Los radares. Y así. Con un 5G aún en mitad de su despliegue, ¿por qué vivimos el efecto antes que la causa?

El director del Área Ciencias de la Computación y Tecnología de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), Juan José Nombela, lo resumía así: “Cuando se inventó la televisión también se decía que a través de ella iban a entrar en nuestras casas”.

El coronavirus es una bacteria amplificada mediante radiación electromagnética

Este bulo afirma que el SARS-CoV-2 es una bacteria (también llamada en ocasiones “polvo inteligente” o “polvo con memoria”), la cual, amplificada con radiación electromagnética 5G, es capaz de producir hipoxia o deficiencia de oxígeno derivada de una inflamación en nuestros alveolos pulmonares. 

En realidad, el SARS-CoV-2 forma parte de una gran familia de coronavirus y su origen procede de una mutación natural. Como apuntábamos, existe una gran diferencia entre radiación ionizante y no inosinate. Las radiofrecuelncias forman parte de este segundo grupo. Y no existe evidencia científica que haya demostrado la posibilidad de amplificar, mutar o incrementar la carga viral de un coronavirus o una bacteria mediante radiación electromagnética. Las ‘tormenta de citoquinas’ (sustancias solubles que producen las células) son, en realidad, “una reacción de nuestro organismo que funciona como un arma para luchar contra las infecciones”, como citaba la investigadora Anna Planas del Instituto de Biomedicina de Barcelona para ‘Newtral.’ Es decir, algo natural, con su contrapartida perniciosa cuando se producen en exceso. Se trata de un batiburrillo de conceptos malentendidos similar al derivado por el ensayo que citaba la radiación ultravioleta como herramienta para combatir la COVID.

Por otra parte, la tecnología 5G es, estructuralmente, similar al 4G, salvo que las mejoras técnicas permiten una comunicación mucho más ágil. Pero el 5G no está siendo implementado a capricho. De hecho, parte de su lenta incorporación se debe a la exigencia de cumplir con las directrices del ICNIRP 2020 (International Commission on Non-Ionizing Radiation Protection) y las regulaciones locales y nacionales como, por ejemplo, el Real Decreto 1066/2001 que fija una operatividad en las bandas 700 MHz y 3,6 GHz. También, en el Boletín Oficial del Estado Nº 143 de 13 de junio de 2018 podemos leer sobre los requisitos técnicos de los interfaces radioeléctricos.

El 5G sirve para controlar a la población (también mediante las PCR)

Según palabras de la médica Chinda Brandolino, “no son propiamente vacunas. Son sustancias transgénicas. Van a utilizar ácido ribonucleico (ARN) que va a modificar el genoma, los genes, de la persona que la reciba. Van a manejar los genes de la persona, sus pensamientos, sus sentimientos, su expresión física”.

Tal y como explicó Lluís Montoliu para Maldita Ciencia, “al utilizar ARN mensajero estas vacunas le están proporcionando a las células las instrucciones para que estas fabriquen proteína S del coronavirus. Nada más. Estas moléculas de ARN mensajero son extraordinariamente lábiles y desaparecen muy rápidamente tras ser usadas para producir proteína S. Por eso hay que mantenerlas congeladas a tan baja temperatura”. No olvidemos que una vacuna es una versión positiva de la infección.

Considerado una especie de arma biológica por los conspiracionistas, el 5G facilitaría la identificación facial de personas casi al instante, sirviendo de ayuda a los cuerpos de seguridad de todo el planeta. Irónicamente, ELISA, la herramienta de ciberseguridad del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), se beneficiará del 5G para combatir la desinformación. Una retórica donde se ha tomado la parte por el todo y se ha manifestado en forma de vandalismo.

Por supuesto, existen ondas que provocan efectos sobre el ser humano, tanto en nuestra actividad fisiológica consciente como inconsciente. La música puede alterar nuestra percepción del tiempo y un sonido agresivo y constante producir irritabilidad y, en consecuencia, ansiedad y pérdida de audición. Pero en este caso se confunden las ondas cerebrales o frecuencias de actividad con las radiofrecuencias que emiten nuestros teléfonos móviles.

Una PCR, por cierto, siglas en inglés de ‘Reacción en Cadena de la Polimerasa’, es “una prueba de diagnóstico que permite detectar un fragmento del material genético de un patógeno. En la pandemia de coronavirus, como en tantas otras crisis de salud pública relacionadas con enfermedades infecciosas, se está utilizando para determinar si una persona está infectada o no con coronavirus”. Por ello, más que implantarnos nada, requieren de una pequeña muestra de la mucosa respiratoria superficial extraída mediante hisopos nasofaríngeos.

Los países con mayor expansión de redes 5G son los más afectados por la COVID

Los países con más fallecidos por COVID son Estados Unidos, Brasil, México, India y Reino Unido. Las causas son muy variadas, pero siempre hay una certeza clara: la higiene y las medidas de seguridad funcionan. 

Los países líderes en despliegue 5G son China —con récord de patentes—, Corea del Sur, Suiza, Finlandia y los Emiratos Árabes. No existe ninguna correlación. Si este desmentido no sirve, este mapa seguramente os sacará de dudas.

¿Y qué hay de los 20.000 satélites en órbita y los que está lanzando Elon Musk?

Los actuales 422 satélites suborbitales lanzados por la empresa SpaceX para construir su Internet Starlink orbitan entre los 350 y los 1.190 kilómetros de altura. Una distancia que ofrece una respuesta mucho más lenta que los emplazamientos de fibra y que suspende cualquier posibilidad de absorber radiación de ellos. Lo que sí harán, en cierta medida, será arruinar parte del cielo nocturno, ensuciando su negrura.

El 5G comenzó implementándose en Wuhan (China)

En noviembre de 2017 se realizaron los primeros test con redes 5G —efectivamente, en China—, bajo el estándar 3GPP R15, con el objetivo de ser una realidad para los Juegos Olímpicos Beijing 2022.

En abril de 2018 se presentó el primer teléfono compatible con redes 5G, aún sin aplicación en la vida real. Las primeras ciudades en implementar esta tecnología fueron Pekín y Shanghai. Tal y como indica la periodista tecnológica Grace Rahman en este artículo, no existe evidencia que contraste esta afirmación

Por Israel Fernández

Imágenes | Mark König (Unsplash), Trnava University (Unsplash), AR (Unsplash), Jakayla Toney (Unsplash), Doughnutew (PxHere).

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