Boyas, radares, satélites y modelos matemáticos: así funciona Copernicus para mantener a raya los incendios zombis del Ártico

incendios del ártico

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Copernicus es el programa insignia europeo para la monitorización de la Tierra y su clima. Una de sus misiones principales es mantener vigilados los incendios zombis del Ártico.

En el Ártico y, especialmente, en Siberia, hay incendios que nunca llegan a apagarse. Es habitual que, tras haber consumido los bosques en la superficie, el fuego continúe desplazándose bajo tierra, aprovechando turberas y zonas con materia orgánica en descomposición. Como bajo la superficie no hay oxígeno, estos incendios no tienen llama, pero su potencial destructor se mantiene intacto.

Estos incendios latentes o incendios zombis vuelven, tarde o temprano, a salir a la superficie. Son capaces de mantenerse activos en el subsuelo durante todo el año. Cuando las condiciones de calor y sequedad son idóneas en superficie, vuelven a prender los bosques. Este es un ciclo natural, pero que en la última década se ha visto intensificado por causa del cambio climático.

Normalmente, a mediados de la primavera se registran los primeros focos y los incendios se disparan a finales de julio. Pero en 2020, al igual que en 2019, el sistema Copernicus Atmosphere Monitoring Service (CAMS) detectó una actividad inusualmente alta ya en mayo. El mes de junio ha sido el de mayor número de incendios (y emisiones de CO2 relacionadas con el fuego) desde que el programa europeo monitoriza la zona.

Pero ¿qué es y cómo funciona exactamente el programa Copernicus?

¿Qué es Copernicus?

qué es Copernicus

Copernicus es el Programa de Observación de la Tierra de la Unión Europea. Su objetivo es monitorizar nuestro planeta y el medioambiente, tanto a través de la observación satelital como de datos recogidos en superficie. La elección del nombre pretende rendir tributo a Nicolás Copérnico, el astrónomo que desplazó a la Tierra del centro del universo y uno de los padres de la ciencia moderna.

El programa Copernicus se estructura a su vez en seis servicios: vigilancia terrestre, vigilancia marina, vigilancia atmosférica, cambio climático, seguridad y emergencias. La evolución de los incendios del Ártico y sus emisiones se guía a través del servicio de vigilancia atmosférica, el CAMS.

Siete satélites al servicio de Copernicus

El programa Copernicus es, a grandes rasgos, una gigantesca base de datos analizados casi en tiempo real. Datos sobre los que se aplican modelos matemáticos que permiten monitorizar los diferentes eventos terrestres y predecir su evolución. Para recopilarlos, el programa se apoya en varias tecnologías, pero el principal aporte de información llega desde el espacio.

Copernicus, operativo por completo desde 2015, cuenta con tres parejas de satélites gemelos (los Sentinel 1A y 1B, Sentinel 2A y 2B y Sentinel 3A y 3B) y uno temporal (Sentinel 5P). A ellos se sumarán otros tres, Sentinel 4, 5 y 6 en los próximos años. Entre todos recopilan datos climáticos de la atmósfera, el estado de las masas de agua, la vegetación y el suelo o información topográfica, entre otras cosas.

Gracias a la observación satelital, el CAMS sigue de cerca la evolución de los incendios. Y es capaz de predecir las emisiones de gases asociadas al fuego, así como su desplazamiento a través de la atmósfera. Además, debido al servicio de vigilancia del cambio climático de Copernicus, se pronostica en detalle el nivel de riesgo de la temporada de incendios.

satélite Sentinel 3 de Copernicus

Copernicus en el suelo

Además de a través de los seis satélites Sentinel actualmente operativos, Copernicus también saca partido de los datos obtenidos mediante la infraestructura de monitorización terrestre de otras instituciones, como la Agencia Espacial Europea o la organización meteorológica Eumetsat.

La red de puntos que recaba datos es gigantesca y abarca desde estaciones meteorológicas en tierra hasta boyas diseminadas por los océanos del mundo, pasando por diferentes tipos de radares y sensores fijos y móviles que monitorizan el estado del hielo, el agua líquida, la vegetación o el carbono del subsuelo, entre muchos otros parámetros.

Todos estos datos sobre el terreno se complementan también con información topográfica y fuentes más informales de datos, como las obtenidas por voluntarios y ciudadanos o por nuevas tecnologías (como, por ejemplo, fotos aéreas tomadas por drones). Por último, toda esta información se gestiona de forma centralizada y se hace accesible para todos los investigadores interesados, así como para cada uno de los servicios de Copernicus.

Esta maquinaria de datos y tecnología funciona 24 horas al día durante todo el año. Gracias a ella podemos saber que, durante junio, los incendios del Ártico (una gran parte de los cuales fue provocada por rebrotes de incendios zombis) emitieron a la atmósfera 56 megatoneladas de CO2, tres más que el año pasado. Y que la presencia de hollín sobre Siberia es más elevada de lo habitual, lo que genera a su vez un recalentamiento de la atmósfera.

Los datos de Copernicus, en definitiva, nos ayudan a entender un poco mejor las complejas dinámicas del planeta, tanto las naturales como las provocadas por la actividad humana.

Por Juan F. Samaniego

Imágenes | Flickr/Western Arctic National Park, ESA

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