El llamado ‘eWaste’ representa un problema que ya no puede ser ignorado. Muchas empresas han lanzado campañas de concienciación para animar a la gente a reciclar los residuos tecnológicos. Algunos metales preciosos, como el oro, el platino y la plata, que se encuentran en las placas base, los smartphones y los microchips, son recuperables. Y el valor que se podría sacar de estos desechos electrónicos se estima en 45 000 millones de euros.
Por desgracia, la recuperación de estos materiales reciclables de ordenadores, smartphones y otros dispositivos no es una operación sencilla. En la actualidad, solo el 20 % de los materiales se recicla. Por contra, los datos relativos a los residuos electrónicos son cada vez más preocupantes. Se estima que en 2030 estos desechos podrían incluso alcanzar los 75 millones de toneladas anuales a nivel mundial.
Las causas de tan rápido aumento hay que buscarlas en la propia sociedad en la que vivimos. La carrera hacia el último modelo y la tendencia a tirar dispositivos que aún funcionan, sin importar las consecuencias que esta actitud tiene sobre nuestra salud y la del planeta. Además, muchas sustancias contenidas en los dispositivos electrónicos que desechamos son dañinas para el medio ambiente.
De hecho, contienen cadmio, mercurio, arsénico y plomo. Todos materiales que, de depositarse en vertederos, podrían infiltrarse en el suelo y los acuíferos. No obstante, la mayor parte de los desechos electrónicos terminan en basureros a cielo abierto ubicados en Asia y África. Lugares donde los habitantes se intoxican a sí mismos y a su entorno para recuperar los metales preciosos mediante el uso de ácido o quemando los dispositivos.
¿Qué pueden hacer los consumidores?
Los consumidores podemos influir mucho en la lucha para reducir los residuos electrónico o eWaste. Además de no cambiar un dispositivo mientras aún funciona, también habría que intentar arreglarlo. Otro método que tenemos a nuestra disposición es el reciclaje. No es fácil, pero muchas empresas están buscando tecnologías que puedan llevar a cabo esta misión de una manera económica y sencilla. Hace poco, en la revista especializada ‘Materials Horizons’, se presentó una nueva tecnología que puede extraer metales preciosos de los desechos electrónicos sin contaminar el medio ambiente.
La metodología se basa en un proceso de oxidación que, aprovechando las diferentes propiedades químicas de los elementos, permite separarlos del resto de componentes, todo ello de forma económica y con temperaturas entre 270 y 370 °C. Esta temperatura se considera baja para los metales preciados. Son tecnologías que, sin ninguna duda, serán de gran ayuda, pero aún hay que implementarlas. Si queremos marcar la diferencia, los consumidores debemos dar el primer paso.
En primer lugar, dado que los eWaste no son como cualquier otro residuo, tienen que ser llevados a los puntos limpios municipales. Es importante asegurarse de que el icono con una papelera tachada esté presente en el dispositivo. Esto indica que es reciclable.
Si se trata de un residuo electrónico engorroso, como una nevera o una lavadora, en muchos municipios es posible solicitar una recogida a domicilio. Por último, hay marcas, como Orange, que ofrecen programas de reciclaje que contemplan la entrega o la compra del dispositivo antiguo en el momento de adquirir uno nuevo.
Hacia la producción circular
El sistema económico del que hoy somos parte se llama ‘lineal’. Se denomina así por su proceso: extracción, producción, consumo y desecho. Es un modelo que no podrá durar mucho debido a todos los problemas relacionados con su naturaleza. Por ello, ya a principios de la década de los setenta, se empezó a pensar en un tipo diferente de economía y producción: la economía circular. Esta se basa en seis principios: compartir, prestar, reutilizar, reacondicionar, reparar y reciclar los materiales y productos existentes durante el mayor tiempo posible.
El objetivo final de este enfoque es, de hecho, extender la vida útil del producto tanto como sea posible para ayudar a minimizar los desechos, sobre todo a gran escala. Además, una vez finalizada la vida útil del producto, se intentan reutilizar los materiales que lo componen.
El problema no se puede procrastinar. La población mundial continúa creciendo y, en consecuencia, aumenta la necesidad de materias primas. Todo esto tiene un fuerte impacto en el clima, ya que la extracción y el uso de estos materiales conllevan un aumento de la energía necesaria y de las emisiones de dióxido de carbono (CO₂). Por tanto, la adopción de la economía circular traería muchas ventajas, incluida la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y sus consecuencias en el cambio climático.
Dispositivos éticos
Varias empresas ya se dedican a la producción de smartphones éticos, aunque en pequeña escala. Las características que distinguen a estos dispositivos son:
- Longevidad: el diseño debe permitir el empleo del teléfono durante el mayor tiempo posible, para reducir el impacto ambiental. También debe ser reparable de forma sencilla y tener actualizaciones modulares.
- Reducción de los eWaste: establecer procesos de reciclaje y recuperación de materiales si ya no se puede reparar el dispositivo.
- Materias primas: obtenerlas de la manera más ética posible. Sobre todo, evitando minas donde se trabaja en condiciones infrahumanas y promoviendo sistemas responsables y de pequeña escala.
- Protección de los trabajadores: garantizar que a lo largo de toda la cadena productiva se respeten las mejores condiciones laborales.
A pesar del compromiso de los grandes y pequeños productores, más conscientes que nunca del problema que representan los residuos electrónicos, los consumidores somos la clave. Empezando por pequeños gestos cotidianos y la elección de marcas que apuestan por encontrar soluciones concretas para un problema que nos afecta a todos.
Por Alberto Barbieri
Imágenes | Mark Stosberg/Unsplash, Hermes Rivera/Unsplash, Ravi Kumar/Unsplash
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