Así es como se aprende y trabaja en el GarageLab de la Fundación Tomillo

garagelab en tomillo

RSC

Se cumple un año de la introducción de los GarageLabs por parte de la Fundación Orange en en centros de Formacion Profesional Básica y Escuelas de Segunda Oportunidad. Para conocerlos mejor, asistimos una mañana cualquiera en la Fundación Tomillo a la primera clase de cortadora láser junto a los chicos de Segundo de Informática en FPB.

Esto será San Fermín, pero hasta aquí han llegado Mariano Rajoy y el mismísimo Bill Gates en los años del Windows XP. La Fundación Tomillo  se creó en los primeros años 80 por Manuel Fierros (fallecido en 2014) y Javier Lantero, y desde entonces se ha labrado un admirado respeto por su labor educativa y social, por sus resultados plagados de integración, segundas oportunidades y proyectos de vida. En los inicios se recogía chicos de la calle y se les llevaba a casas de acogida, buscando su integración.

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Hoy, son un equipo de más de 250 personas compuesto, en su mayoría, por maestros, pedagogos y psicólogos, desarrollando de manera profesional y sistemática los distintos programas dirigidos a la infancia, adolescencia y familia, así como a la formación y la orientación sociolaboral. Además, cuentan con un área de innovación y estudios desde el que realizan asesoría de proyectos sociales, evaluación y medición del impacto social, que es la parte por donde se toca con la Fundación Orange, que ha impulsado el primer GarageLab del centro.

Este GarageLab está integrado en 2º de Informática tanto en los contenidos básicos como en los específicos. Orange ha donado las máquinas (la impresora es una Zortax z-ABS, mientras que la cortadora, una Epilog Zing Laser) y material de repuesto y fundición para un año, así como diversas formaciones a través de Los Hacedores y Enorme Estudio. Fueron precisamente estos últimos, con Carmelo Rodríguez, los primeros en intervenir en el mes de octubre, con la primera práctica “maker”.

Así, el aula está dividida en tres espacios que construyeron y decoraron los propios alumnos. En la zona del taller se encuentran las dos máquinas para impresión en 3D y corte por láser. Para su manejo, se emplean programas estándar de código abierto, como TinkerCAD e Inkscape. En la zona de trabajo, los alumnos se organizan en pequeños grupos de tres-cinco personas, disponiendo de pizarra digital y retroproyector. Finalmente, la última es una zona de relax, con literas y cojines, al lado de las ventanas.

 

Mi primera pinza poch

Aprovechando que Javier Gordillo (cofundador de Los Hacedores) tiene que dar la formación a los profesores para el manejo de la nueva cortadora láser, se decidió que se impartiera de manera simultánea a los alumnos también: educación compartida. Son las 8:30 de la mañana y se sacan los portátiles del armario, cada alumno tiene el suyo bajo su responsabilidad: el que rompe, repara.

La clase está compuesta por una veintena de chicos de 15-16 años, aunque en la práctica no todos asisten a la vez (“mochilas” muy pesadas a sus espaldas) que hacen que al final cinco u ocho no concluyan el curso. Por cierto, muy pocas chicas; un 5% en los cursos de informática, lo mismo en los de Electrónica. La proporción parece que se equilibra en Hostelería, y que se hace mayoritaria en Administración (70/30).

Cuando se juntan los dos grupos, también se juntan los profesores, y el resultado son dinámicas más ágiles, ya que mientras uno cuenta la lección otro puede ir de alumno en alumno atendiendo dudas o reforzando la asimilación de conceptos. Incluso un tercero puede ir adelantando los perfilados y otro pasar a limpio las valoraciones y notas. “Las clases que tienen un perfil más por proyectos se unen, dando ocasión a que haya dos profesores, que da más flexibilidad y se aprovecha mejor, aunque desde fuera parezca un poco más desordenado”, señala Tomás Rodríguez, coordinador de FPB Informática y Comunicaciones.

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Javier Gordillo, cofundador de Los Hacedores, va de grupo en grupo atendiendo dudas.

Javier Gordillo, de Los Hacedores, comienza la sesión de corte para 3D dando una visión general de las aplicaciones industriales y de ocio que se pueden extraer a la máquina cortadora. Habla de los tipos de corte por calor, por agua a presión, etc., y que no todo es corte, también se puede hacer grabado (borde) y rasterizado (relleno) sobre las superficies. Para ello, hay que poner a la imaginación a trabajar. Prototipado (maquetas), flatpack (embalajes sin aire como los muebles de Ikea), hobbies (aeromodelismo, casas de muñecas, miniaturas), decoración, publicidad y merchandising, accesorios y complementos de moda, electrónica (placas), personalización (de cajas de ordenador, de zapatillas, de tablas de skate)… Las opciones son ilimitadas.

Al final de la práctica se propondrá la fabricación de un objeto (un llavero), que primero habrá que haber diseñado mediante dibujo vectorial (líneas) o mapa de bits (foto). Para ello se procedió a la descarga e instalación del programa, y la primera clase se pasó en toquetear las funciones y ver los tipos de objetos que se podían hacer.

Hay que decir que los cursos de Formación Profesional Básica se encuentran dentro del plan de educación reglada, son los herederos de los anteriores Programa de Capacitación Profesional Inicial (PCPI) y mucho antes PGI (Programa de Garantía Social). Según KPI Internacional, la proporción de alumnos que llegan al grado medio procedentes de la ESO y de la FPB está cambiando de un 80/20 a un 70/30 y llegará con el tiempo seguramente a un 60/40. Después, una vez acabados los cursos, hay tres meses de prácticas en empresa en un Win2Win que aprovechan la voluntariedad de estos chicos a cambio de experiencia real (y a veces algo de remuneración). De los 1.339 alumnos formados en 2016, salieron con empleo 313 jóvenes (¡casi uno de cada cuatro!).

“El GarageLab va a aportar muchos conocimientos que en el perfil normal no se suelen dar, y eso se valora mucho en el mundo laboral”, añade Tomás Rodríguez. “Estas nociones eminentemente prácticas son muy agradecidas por las empresas colaboradoras a la hora de coger chicos. Muchos hacen sus prácticas en la instalación de redes de fibra. Antes incluso se remuneraba a un euro la hora, pero se han recortado por la crisis”.

En la Fundación Tomillo se trabaja con metodologías AbP (aprendizaje basado en proyectos) y ApS (aprendizaje por servicios). Los contenidos de las asignaturas son aplicados de forma transversal a cada proyecto, al igual que en el GarageLab se incorporan sesiones de impresión 3D y corte por láser, Arduino y robótica, y otras. “Por lo menos, que aprendan lo mínimo para desarrollar su proyecto de GarageLab, este año enfocado al tema de la sostenibilidad”, explica Goyo Alonso, profesor de apoyo de tecnología.

Con este lema, se han realizado ya varias acciones, por ejemplo, junto a Iberdrola, se han hecho intervenciones reales en hogares del barrio viendo facturas y su impacto, analizando por dónde se puede ahorrar. En algunos casos se ha visto que con una inversión de 200 euros, el ahorro anual podía alcanzar los 300 euros (cambiar a bombillas led, colocar burletes en las ventanas, poner paneles reflectantes en los radiadores…). En otra ocasión, se ha ido a otros colegios a dar charlas de sensibilización sobre la relación entre consumo energético y sostenibilidad. “Se refuercen los valores de iniciativa, responsabilidad, autonomía, trabajo en equipo, respeto y ciudadanía”, cuenta Goyo Alonso.

Historias de barrio

Pero, ¿cómo llegan los muchachos hasta la Fundación Tomillo? La inmensa mayoría derivados de sus colegios e institutos, en los que de una manera u otra no han encajado. No son necesariamente conflictivos ni los matones del patio, sino más bien inadaptados o con dificultades de integración, muchas veces porque “antes que el tonto prefiero ser el malo”, dice Rodríguez. Hasta aquí han llegado casos de hiperactivismo o de autismo, aunque lo normal es que la razón proceda de bases familiares, sociales, económicas o étnicas: hogares desestructurados, pobreza extrema, marginalidad. Sin embargo, aquí gitanos, latinos, asiáticos y españoles conviven con aparente respeto y normalidad. “Lo que sí veo es que los colegios al primer problema se los quieren quitar de encima, quizás también por falta de recursos”.

Lo primero que se hace antes incluso de su matriculación es una tutoría personal con presencia tanto del alumno como sus padres, si es posible, para comprobar datos y analizar cada caso concreto; si fuese necesario, se pueden encargar informes psicológicos y asistenciales para ver necesidades y lo que no funciona. “Todos queremos y estamos interesados en recuperar a estos jóvenes que abandonaron la ESO por algún motivo para reengancharles al sistema”, asegura Tomás. “Hasta el 25 de octubre pueden llegar obligados chicos rebotados de otros centros”.

Entran con 15 años y salen con 18. Hay cuatro años para hacer la FPB. Cada curso académico suma unas mil horas de clase, y cada ciclo consta de dos cursos mínimo. Cada curso está dividido en tres trimestres, el primero con dinámicas de grupo, el segundo con las materias y el tercero con la presentación del proyecto. Luego hay una prueba ordinaria en mayo-junio y una extraordinaria para los repetidores. “Aunque básicamente promulgamos la autoevaluación, son los propios alumnos los que se califican. Nosotros evaluamos las competencias. Pero también ponemos una prueba objetiva al uso (tipo test o como sea, aunque las preguntas las suelen buscar los chicos) porque en la vida hay que saber enfrentarse a un examen y, además, así se le da un valor a todo lo que están haciendo”, explica el coordinador de FPB Informática y Comunicaciones.

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De izquierda a derecha, el equipo docente está formado por Tomás Rodríguez (coordinador), Goyo Alonso y Javier Gijón (profesores de materias especiales). En primer plano, la impresora 3D proporcionada por Orange.

En el GarageLab también se ha introducido Arduino, aplicado a programar diseños de semáforos y tráfico, proporcionando los componentes que se necesitan y herramientas de construcción. “Que puedan investigar de manera autodidacta en Internet”, dice Goyo Alonso. “Algunos muy duchos aprenden de manera autónoma en vídeos de YouTube. Al final del día, suelen subir sus experiencias al blog”.

En estos cursos informáticos no se pierde el tiempo en escribir código, se pasa directamente a la acción. Ni siquiera en el ciclo de Sistemas Microinformáticos y Redes de FPGM (grado medio) se da programación. “Ahora se está introduciendo un poco de Java Netbeans como un extra. Aquí aprenden sobre todo a montar y desmontar un ordenador, a soldar componentes, un poco de HTML para desarrollo web y Arduino para programar bloques y código fuente”, explica Tomás. “Más algo de bases de datos, instalación de un sistema operativo, MS Office… Como extra también se ofrecen becas para obtener el MOS (certificado oficial de Microsoft) para Word, Excel y Access. En otros cursos, como los de Administración, se da algún programa de Sage y el lenguaje de programación de SAP, ABAP”.

Experiencia brutal

Después de quince años en una empresa privada (Atos), en 2014 le surge a Tomás Rodríguez esta oportunidad docente en Fundación Tomillo. “Mi mujer y mi hermana son profesoras de FP en un instituto y yo ya tenía el CAP, así que no me lo pensé dos veces”, recuerda. “Venía de hacer proyectos de telefonía virtual (…). Dejaba de trabajar para proyectos con fecha de cierre y empiezo a trabajar con personas, cada una con su aquel y su momento, muchos con familias destrozadas. El primer año fue muy duro, hasta que aprendí un poco a aislar la parte emocional y compasiva de la docente. Valoran mucho lo que tienen y esta segunda oportunidad. En la inmensa mayoría hay un compromiso, el que más y el que menos viene de la nada, y no quieren dar un perfil de fracaso y se lo trabajan, no quieren quedar en ridículo cada vez que hay que exponer. Pero a veces también hay momentos tensos. Yo saco el comodín del público: si estás aquí es porque quieres estar tú, no porque te obliguemos; pero piensa en cuanta gente ha estado dispuesta a ayudarte en tu vida… Ellos marcan los tiempos, pero es muy gratificante cuando ves que van pasando cursos y te mandan un correo con que están en la universidad o trabajando en HP”.

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