A los filtros de belleza no les gusta la piel negra

RSC

Ya son varios los casos que parecen demostrar que a los filtros de belleza no les gusta la piel negra. El problema del ‘colorismo’ no es nuevo, pero se ha intensificado con la popularización tanto de aplicaciones de fotografía como de filtros de belleza.

El colorismo (del inglés colorism) o estratificación por tono de piel se define como una discriminación que privilegia a las personas que presentan un determinado tono de piel. Por lo general, el más claro. No es un término inocuo: está considerado como un subproducto del racismo.

Además, sus efectos se conocen y padecen a lo largo de todo el mundo. Según los estudios, en muchos países de Asia, América Latina, África y el Caribe los tonos de piel más claros se consideran ‘preferibles’. Y eso termina produciendo discriminación en términos de justicia penal, negocios, economía, vivienda y atención médica.

Uno de los primeros casos famosos de ‘colorismo’: el juicio de O.J. Simpson

Es un problema que se estudia desde hace tiempo. Uno de los primeros casos notorios se produjo durante el polémico juicio a O. J. Simpson. En junio de 1994 dos revistas tan importantes como ‘Newsweek’ y ‘Time’ eligieron para sus portadas la foto de la ficha policial del ex deportista y actor. En la segunda, el color de piel de Simpson era notablemente más oscuro.

La razón esgrimida por el editor fue que evocaba “un tono más dramático”. Esta afirmación no solo provocó un terremoto mediático; también respondía a una dura realidad. En el imaginario popular norteamericano parecía resonar aún que mientras más oscura fuese la piel del acusado, más convincente resultarían los cargos en su contra.

La impresión que tenían los colectivos antirracistas se ha confirmado después con datos. Un estudio de 2011 encargado por la Universidad de Villanova (Estados Unidos) encontró una proporción directa entre la severidad de las sentencias de 12 000 mujeres encarceladas y la tonalidad de sus pieles. Una década después, el problema sigue de actualidad.

Una forma de prejuicio racial que afecta a casi todas las plataformas 

Las grandes tecnológicas, sobre todo las dedicadas a las redes sociales, no dejan de sobresaltarse con casos relacionados con esta problemática. Hace poco Facebook tuvo que deshabilitar con urgencia una función de recomendación de temas que asociaba imágenes de hombres negros con primates.

Lo más llamativo es que este “error claramente inaceptable”, como definió un portavoz de la compañía, ya le pasó factura a Google. En 2015 su software de reconocimiento de imágenes clasificó a personas negras como “gorilas”, un desastre provocado por su inteligencia artificial que cortaron de raíz eliminando las etiquetas asociadas a primates.

Parece haber un patrón. El año pasado se descubrió que un algoritmo de Twitter privilegiaba a las personas blancas en los recortes automáticos de imagen. Y Zoom tampoco se libra: tuvo que modificar el código para evitar que su función de fondo virtual borrara las cabezas de personas negras. 

Los filtros de belleza empeoran las consecuencias del ‘colorismo’

Este debate está en la agenda de muchas asociaciones que luchan por los derechos civiles. Es muy grave en los sistemas de reconocimiento facial, cuya precisión desciende al analizar a personas no blancas. Pero algo en apariencia inocuo como cambiar nuestro aspecto en las redes sociales también puede suponer una diferencia.

Los filtros de belleza se han popularizado de tal manera que resulta difícil encontrar una app social que no los incluya. En los momentos álgidos de Snapchat hasta 200 millones de usuarios usaban su filtro Lenses a diario. En la actualidad es raro el perfil de TikTok o Instagram donde no sea habitual. Y el impacto que puede tener entre los jóvenes normalizar una imagen deformada y poco realista de sí mismos es incalculable.

Entre las operaciones usuales de los filtros están agrandar ojos y labios, afinar mandíbulas y aclarar el tono de piel. Lo que se conoce en tono coloquial como la ‘cara de Instagram’ puntúa más en los algoritmos, según alertan publicaciones como la prestigiosa ‘MIT Technology Review’. Esta presión social es abusiva, sobre todo para mujeres de piel oscura.

Qué se puede hacer para combatir un sesgo codificado

Al inicio del documental ‘Sesgo codificado’, la informática y activista digital Joy Adowaa Buolamwini se daba cuenta de que un programa de reconocimiento facial del MIT Media Lab no identifica su rostro bien. El descubrimiento la llevaría a fundar la Algorithmic Justice League y a promocionar campañas como #DecodeTheBias.

A juicio de muchos activistas, si los filtros de belleza y las inteligencias artificiales son prejuiciosas no es por una maldad inherente a ciertas compañías. Sin embargo, sí influye la poca diversidad entre los puestos de trabajo determinantes en materia de innovación. De esta idea surgen iniciativas como Black Girls Code, que educa a niñas afrodescendientes en disciplinas STEM.

Por parte del usuario, también es útil reflexionar sobre si la manera en la que usamos las redes sociales y los filtros de belleza está, sin darnos cuenta, favoreciendo el ‘colorismo’. Con un poco de información y unos pequeños cambios en la rutina diaria podemos influir positivamente en el desarrollo de las generaciones más jóvenes.

Por Pablo Vinuesa

Imágenes | Portada: foto de Chad Madden en Unsplash; interiores: foto de Melyna Valle en Unsplash y foto de Meghan Shiereck en Unsplash.

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