Dismorfia del ‘selfie’: los peligros de una visión distorsionada por los filtros

RSC

En el mundo de la cirugía estética tener referentes es algo completamente normal. Hablamos de llegar al profesional estético con la ilusión de parecerse a una actriz o un deportista famoso o pedir la nariz de un famoso o los labios de un personaje conocido.

Existen especialistas que son auténticos dibujantes de nuestro rostro. Sin embargo, una gran cantidad de las mejoras estéticas se suelen iniciar con modelos a los que nos gustaría parecernos. En los últimos años estamos experimentando un cambio importante en esos modelos, por gracia o desgracia de las redes sociales y la dictadura del like.

Lo sorprendente de la situación no es que hayamos cambiado un famoso de revista por uno de Instagram- Lo que está ocurriendo es que lo que queremos conseguir es ser una versión potenciada de nosotros mismos. Parecernos a esa imagen que proyectan en pantalla los filtros de mejora y belleza.

Los expertos lo han bautizado como dismorfia del selfie, también conocida como dismorfia de Snapchat por sus orígenes en esa aplicación concreta. Aunque se lo podemos atribuir a cualquier red social donde existan mecanismos para falsear nuestra realidad.

Cambia el modelo: móvil en mano

Es cierto: los filtros de belleza de las redes sociales son una herramienta demasiado potente. Nos limpian la cara de imperfecciones, nos agrandan rasgos que son mucho más atractivos de esa forma mientras adelgazan otros. El resultado es a todas vistas atractivo; otra cosa es que sea realista o saludable.

El abuso de este tipo de filtros terminan creando una ilusión de belleza irreal que está terminando en una sala de quirófano. En el menú del cirujano están apareciendo cambios propiciados por esas mejoras automáticas de los selfies.

Es curioso como modelos, actores y personajes públicos quedan en un segundo plano cuando hablamos de referentes estéticos entre los más jóvenes. Mucha gente está comenzando a preferir una versión arreglada de lo que ya son, pero en muchos casos lo que están viendo es una visión distorsionada a la que nos hemos acostumbrado.

Los cánones de belleza van evolucionando en la historia. No siempre hemos apreciado las mismas facciones y estilos influenciados por la moda, la publicidad, la televisión o el cine. El abanico es amplio, pero nada comparado con la tormenta cambiante de imágenes que suponen las redes sociales.

Por eso no podemos obviar que son un canal más para modificar nuestros intereses y gustos, en el que todo avanza mucho más rápido y de manera selectiva. Es un canal en el que, además, dejamos de ser espectadores para pasar a ser protagonistas.

Los cambios más demandados

Si echamos un vistazo al funcionamiento de los principales filtros, encontraremos que lo que primero hacen es dejarnos la piel limpia como la de un bebé. Ahí, desde el punto de vista de cirugía, se puede hacer menos, más allá de tratamientos temporales.

Donde se está comenzando a influir desde el punto de vista de intervenciones quirúrgicas es en rasgos reconocibles en los filtros como el estrechamiento de la nariz, hacer los rostros más afinados, agrandar los labios y elevar las cejas. Los profesionales de la medicina estética pueden traducir estas demandas en operaciones conocidas como rinoplastias, extirpación de bolas de Bichat y aumento de labios.

No solo se trata de colocar un filtro y pedir el cambio; existen usuarios capaces de realizar una simulación bastante completa de lo que quieren. Parecen tenerlo muy claro antes de llegar a la consulta, pero es el cirujano el que tiene que evaluar si esas expectativas son realistas y hacérselo saber al paciente.

Millennials, en el punto de mira

Esta tendencia no es, a priori, negativa: hablamos de gustos a la hora de realizar una intervención estética. Lo que sí se plantea es que el sector más influenciado por los selfies y redes sociales es el de los millennials y las generaciones posteriores.

La razón parece clara si comprobamos la exposición que tienen a redes este tipo de usuarios. Una generación que vive en Instagram (donde más funcionan los filtros faciales), se entretiene con TikTok y dejó muy de lado los muros de Facebook, donde abundan las noticias y la gente ‘mayor’.

También es importante al escenario de pandemia que vivimos, donde las redes se han convertido en la ventana principal con nuestros iguales. Una ventana que presenta una imagen adulterada: felicidad, belleza y diversión continuas. Las personas maduras pueden entender que esa realidad es falsa, pero en los más jóvenes puede haber repercusiones.

El papel de los profesionales

Más allá de la edad, lo importante es escuchar la opinión de los expertos en estética, capaces de evaluar si tiene sentido el cambio que el cliente está demandando. Además de identificar si existe un problema que se debe derivar a otros profesionales, como pueden ser psicólogos.

Si hacemos caso a los profesionales, podemos asegurar que en la actualidad este afán por parecerse al selfie ‘filtrado’ se considera un trastorno puntual, pero que está identificado y va en aumento. Nos adentramos en un escenario en el que será definitiva la ética de los profesionales, sabiendo frenar operaciones que no van a llegar a buen puerto.

Por Kote Puerto

Imágenes | Joeyy Lee | Gian Cescon | Pouriya Kafaei | John Schnobrich | Antoine Beauvillain

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