¿Qué son los neuroderechos?

Innovación

“Proteger la integridad y la indemnidad mental en relación con el avance de la inteligencia artificial”. Así define la Constitución de Chile el objetivo de los neuroderechos. Ha sido el primer país en incluirlos en su legislación, y hay más naciones que se lo están planteando.

Los neuroderechos son un conjunto de normas y leyes para tratar de evitar que la tecnología manipule la mente humana y el posible uso pernicioso de estas técnicas, ante las cuales las personas se encuentran desprotegidas. 

Según los neurocientíficos y los expertos en la legislación de la privacidad, los neuroderechos son ya una necesidad, debido a la evolución de las investigaciones en materia de neurotecnología e inteligencia artificial. Además, sus promotores insisten en que deberían plantearse como un marco jurídico internacional de derechos humanos destinados a proteger el cerebro y su actividad.

Avances que podrían manipular el cerebro

Desde hace varios años existen dispositivos que, instalados en el cerebro, leen su actividad y la envían a ordenadores capaces de decodificar la información extraída. Otros son capaces de amplificar nuestros sentidos o modificar recuerdos. Mediante estas tecnologías la ciencia está consiguiendo avances destinados a curar. La convergencia de la inteligencia artificial y las interfaces cerebro-ordenador pronto podría devolver la vista a los ciegos y ayudar a pacientes con parálisis a utilizar un ordenador o un teléfono móvil mediante su actividad cerebral. 

El proyecto BRAIN, cuyo principal impulsor es el neurocientífico español Rafael Yuste, director del Centro de Neurotecnología de la Universidad de Columbia (Estados Unidos), realiza una ambiciosa investigación que pretende ‘mapear’ el cerebro humano para descifrar su funcionamiento y poder encontrar la cura de enfermedades como el alzhéimer, el párkinson y la depresión.

Yuste publicó en 2019 un experimento que conseguía que unas ratas vieran cosas que en realidad no estaban ahí mediante electrodos implantados en su cerebro. Es decir, estaban controlando la actividad de su cerebro. Según científicos en todo el mundo, es solo cuestión de tiempo que se pueda hacer algo similar con seres humanos.

Otro proyecto es Neuralink, empresa de Elon Musk. Va un paso más allá: su objetivo es desarrollar una interfaz bidireccional capaz no solo de estimular partes del cerebro, sino también de recibir e interpretar las señales que provienen de él. Una vez establecida esta conexión y mediante el uso de inteligencia artificial, sería posible identificar emociones, controlar dispositivos e inducir diferentes estados.

Entre los daños perniciosos que la neurociencia puede generar se prevé el análisis de esta información por medio de técnicas de big data y la capacidad de influir en las personas y proporcionar herramientas para el llamado neuromarketing, que induce a realizar compras e interviene en asuntos políticos y sociales. 

Los científicos alertan también sobre la posibilidad de utilizar estas tecnologías para, por ejemplo, la creación de soldados con supercapacidades y el envío de impulsos a nuestros cerebros a través de un simple implante coclear. O implantar lectores de actividad neuronal que pueden afectar a la privacidad. Además, estas tecnologías serán muy caras, lo que podría aumentar las desigualdades entre grupos sociales o países.

Los cinco neuroderechos

En la utilización de estos avances y los datos que generan es donde entran en juego los límites éticos que se quieren regular. Por eso, los juristas los incluyen entre los derechos de cuarta generación, es decir, aquellos derechos que tocan bienes jurídicos afectados por la genética y las bioingenierías. 

Una comunidad internacional de neurocientíficos lleva años luchando para que los avances en inteligencia artificial no vulneren los derechos de los humanos. Desde el mismo proyecto BRAIN surgió el concepto, que ha sido desarrollado por la plataforma NeuroRights Initiative (NRI).

Desde NRI proponen cinco neuroderechos

La organización pretende conseguir el reconocimiento internacional de los cinco neuroderechos y añadirlos a la Declaración Universal de Derechos Humanos de Naciones Unidas. También trabajan en el desarrollo de un código deontológico para los científicos implicados en neurotecnologías, y proponen una especie de juramento hipocrático aplicado a las grandes empresas tecnológicas, como Google, Amazon y Facebook.

Por el momento, Chile es el primer país del mundo que ha desarrollado los neuroderechos y los ha incluido en su Constitución para “proteger la integridad y la indemnidad mental de los avances y capacidades desarrolladas por la neurotecnologías”.

El proyecto ha sido acogido de manera positiva por instituciones y países extranjeros. La Organización de las Naciones Unidas, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) han observado el desarrollo de este proyecto de ley. También la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial de España presentó el pasado mes de noviembre el primer borrador de su Carta de Derechos Digitales, una «declaración de intenciones no vinculante», por el momento.

Por Marián Álvarez Macías

Imágenes | ThisIsEngineering-Pexels |  Fundación NRI

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