¿Puede un contrato de seguro reforzar mi amor propio? ¿De qué manera un conjunto de cláusulas que preceden a una firma pueden apoyar mi bienestar psicológico? Estas son cuestiones que nacen de un sano espíritu crítico y que surgen con naturalidad al leer el titular que precede a estas líneas. El hecho de que te las plantees, por sí mismo, dice buenas cosas de tu autoestima: confías en tu criterio y demandas una constatación factual y científica para cualquier afirmación. Procedamos, pues, a satisfacer tus dudas.
Según el psicólogo y escritor Walter Riso, uno de los pilares de la autoestima es la autoeficacia. Este término designa el convencimiento de una persona en sus habilidades y capacidades para afrontar con éxito cualquier tipo de trance que se presente. Y desde hace milenios, antes incluso del nacimiento de la civilización, la prueba vital por antonomasia para una persona consiste en garantizar la seguridad y bienestar de sus seres queridos, además de la suya propia.
Desde siempre ha existido un nicho de mercado de productos que ayudan a satisfacer esta necesidad ancestral. El seguro, figura jurídica de antiquísimas raíces, se asentó desde muy pronto en el acervo humano como salvaguarda del patrimonio de mercaderes, marineros, soldados y exploradores. Su éxito y permanencia en el tiempo radica, además de en sus utilidades prácticas (como explicamos en este artículo), en el refuerzo de uno de los ingredientes esenciales que configuran el respeto y el afecto hacia uno mismo: el conductual.
Somos lo que hacemos
El conductual es, junto al afectivo y el cognitivo, uno de los componentes que determinan el nivel de autoestima. Es, como su propio nombre indica, la firma de nuestras acciones, de nuestra decisión e intención de actuar. Las elecciones que hacemos para construir nuestro futuro y nuestro legado se enmarcan en este concepto.
Según un estudio publicado en la revista académica ‘Journal and risk insurance’, apadrinada por la Asociación Americana de Riesgo y Seguro (ARIA, por sus siglas en inglés), los individuos no asegurados tienen niveles de autoconfianza menores que aquellos que sí están cubiertos por una póliza. Estos últimos, además, presentan un sistema de evaluación “bien calibrado” en relación con el riesgo de una determinada actividad, según los autores del documento.
Una de las explicaciones que aporta el informe es que las personas que cuentan con un seguro anticipan su nivel de capacidad dentro del ámbito de cobertura de la póliza y ajustan su estimación de los posibles riesgos en consecuencia. Otro factor implica la percepción de la dificultad de la tarea: con el ‘colchón’ del seguro, el objetivo a cumplir puede parecer más fácil. Aunque en realidad lo que se reduce no es la complejidad, sino las pérdidas que los sujetos sufren en caso de fracaso.
El efecto psicológico es similar al que tiene lugar cuando un levantador de pesas cuenta con el apoyo de un compañero a la hora de entrenar con una gran carga. Aunque no le ayude físicamente a manejar el peso, la presencia de una persona que acudirá en su ayuda si le fallan las fuerzas incrementa la seguridad del deportista, lo que se traduce en un mejor rendimiento y más posibilidades de completar la tarea.
Trasladando la escena al ámbito financiero, los seguros son ese apoyo que sujetará la barra si nuestros músculos ceden. La póliza de vida, de hogar o de empresa nos aportan la serenidad de saber que nuestros hijos podrán costearse sus estudios, irnos de vacaciones sin temer por nuestra vivienda o bajar tranquilos la persiana de nuestro establecimiento. La percepción del riesgo y el temor al fracaso se reducen, dejando aflorar la confianza que necesitamos para alcanzar nuestros objetivos.
No menos importante es el blindaje conductual del ego: la decisión de firmar una cobertura y la adecuada elección de la misma depende de nuestra voluntad y planificación, y el pago de las cuotas saldrá de nuestro esfuerzo. Los frutos, es decir, la protección que provee el seguro, será una fuente de autoafirmación, una demostración a nosotros mismos de nuestra valía.
Por José Sánchez Mendoza
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