‘One charger to fit them all’ o cómo estandarizar la tecnología de carga nos lleva a un futuro más sostenible

cargador móvil estándar

Innovación

Hubo un tiempo, no muy lejano, en cada móvil tenía su cargador. Como te quedases sin él, te quedabas sin teléfono. Y, cada vez que un usuario cambiaba de terminal, se generaba basura electrónica innecesaria.

Hoy en día, las cosas han cambiado un poco y los cargadores de smartphones y tablets están bastante estandarizados, aunque siguen teniendo sus particularidades. Sin embargo, más allá de estos dispositivos, cualquier aparato electrónico con batería tiene sus necesidades específicas y su tecnología de carga propia, lo cual sigue generando problemas para el consumidor y el planeta. ¿Y si fuese posible estandarizar la forma en que cargamos todos los dispositivos?

¿Qué pasa con los cargadores?

Hace una década, solo en la Unión Europea había 500 millones de teléfonos móviles en uso. Cada uno solo podía cargarse con uno de los 30 modelos de cargador existentes en el mercado. Estos variaban entre marcas e, incluso, entre modelos. A partir de un memorando firmado en 2009, la Comisión Europea fue desarrollando una normativa, con el compromiso de los fabricantes, para acabar con la diversidad de cargadores y estandarizar el segmento móvil.

Según un estudio de 2019, encargado por la Comisión Europa para analizar el impacto de las medidas tomadas al principio de la década, cada cargador pesa entre 40 y 60 gramos. Una parte importante de los materiales son plásticos y metales especificados por los fabricantes, como cobre o aluminio. Algunos son materiales reciclados. Pero, la conclusión más importante del estudio es que el problema de base no se ha solucionado.

A pesar del esfuerzo, cada batería sigue teniendo sus particularidades. Un 84% de los usuarios encuestados en el estudio aseguró haber tenido algún problema relacionado con su cargador en los 24 meses anteriores. Además, las necesidades de materiales siguen creciendo. De las 11.000 toneladas de materias primas usadas para fabricar cargadores en 2018, el informe estima que se superarán las 15.000 en 2024. Y el 75% termina convertido en basura electrónica.

lío de cables de cargadores

Como consecuencia, vuelve a estar sobre la mesa la propuesta de crear un nuevo marco regulatorio que estandarice de forma real las tecnologías de carga y logre el compromiso de la industria, reduciendo las emisiones asociadas, las necesidades de materias primas y la generación de basura. Pero, ¿es posible?

‘One charger to fit them all’

Mientras el desafío de los teléfonos móviles sigue sobre la mesa, hay quien señala que el reto va mucho más allá. Cada año, llegan a los países de la Unión Europa 500 millones de cargadores para todo tipo de dispositivos electrónicos a batería, desde ordenadores portátiles hasta robots aspiradores o maquinillas de afeitar.

De hecho, una parte importante de estos envíos se corresponde con cargadores que ya están en el mercado y que los usuarios tienen en sus casas. Al fin y al cabo, cada nuevo aparato llega con su cargador, independiente de cómo fuese el dispositivo anterior. Los datos, del informe ‘One charger to fit them all’, elaborado por la ONG ECOS, señalan que, aunque estamos mejor que antes, todavía hay espacio para mejorar.

En 2019, según el informe, 12.000 toneladas de residuos electrónicos tuvieron su origen en cargadores de móviles. El resto de cargadores de dispositivos electrónicos generó más de 24.000 toneladas de e-waste. Una realidad que tiene un impacto en forma de basura, pero también de emisiones de gases contaminantes.

Según la organización, una política ambiciosa para estandarizar las tecnologías de carga reduciría el número de cargadores necesarios en un 85%. Esto implicaría que cada año se generarían 29.000 toneladas menos de basura electrónica y se producirían 1.800 kilotoneladas de CO2 equivalente menos, el mismo efecto que tendría retirar un millón de coches de las carreteras europeas.

informe de la ONG ECOS

Para la organización, es posible avanzar hacia un futuro más estandarizado, aunque existen retos importantes en el camino.

  1. El problema no es solo de la industria móvil. Los dispositivos sin cables son cada vez más habituales. Las políticas y las iniciativas legislativas deben implicar a todos los sectores en la estandarización. Por ejemplo, se podría apostar que el USB tipo C, habitual ya en muchos smartphones, como conector para todos los cargadores.
  2. Los voltajes necesarios son muy diferentes. Cargar una batería tiene tanto que ver con el cable y el conector como con el voltaje aplicado. Si aplicamos demasiada tensión eléctrica, podemos estropear el dispositivo. Si aplicamos poca tensión en un aparato que necesita un voltaje elevado, podemos estropear el cargador. Esto podría solucionarse con cargadores que aplicasen diferentes tensiones en función de lo que les pida el cargador (el protocolo 3.1 y superior del USB tipo C lo hace posible).
  3. La práctica habitual es incluir un cargador con cada dispositivo. Aunque muchas veces no sea necesario. Una de las apuestas claras de la Comisión Europea para solucionar este reto es el llamado decoupling: obligar a que cargadores y dispositivos se vendan por separado. El Fairphone, cuyo último modelo está disponible con Orange, es el único dispositivo que no incluye un cargador en su caja.
  4. La carga inalámbrica es ineficiente y tampoco está estandirazada. Una de las opciones de cara al futuro es apostar por eliminar el cargador con cables e implementar la carga inalámbrica en todos los dispositivos. Sin embargo, de momento, la tecnología de carga sin cables funciona de forma similar a la tradicional. Es decir, cada aparato tiene su cargadora wireless.

Los dispositivos móviles, y no solo aquellos que han revolucionado las telecomunicaciones, nos permiten trabajar con mayor comodidad sin estar atados a un punto físico. Sin embargo, este gran avance también tiene una serie de inconvenientes que se amontonan en forma de basura electrónica.

Por Juan F. Samaniego

Imágenes | Unsplash/ Nick Dietrich, Steve Johnson, ECHOS

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