El concepto de ‘smart city’ no ha significado siempre lo mismo. Su evolución, a lo largo de las últimas décadas, ha sido notable. Hoy la ciudad inteligente es mucho más rica que la que imaginaban en 1950, y es posible que más pobre que la que veremos en 2050. ¿Qué es una smart city? ¿Qué se consideró ‘inteligente’ en el pasado? ¿Por qué hay más de una definición?
Una ciudad inteligente llena de esperanzas
Las décadas de los cincuenta y sesenta fueron años de esperanza tecnológica. Un ‘tecno optimismo’ derivado de los increíbles avances que se veían cada día. La smart city o ciudad inteligente, a menudo, aparecía en los fanzines de ciencia ficción estadounidenses, donde aparecían junto a colonias planetarias, ciudades espaciales, coches voladores y robots sirvientes.
La smart city era el futuro y prometía grandes avances en la calidad de vida a través del uso masivo de una tecnología que aún no existía (y que, hay que admitir, aún no existe). A medida que pasaron los años, el concepto aterrizó en algo más mundano y a la vez tangible con las wired cities o ciudades cableadas.
Durante un tiempo, las ciudades que disponían de conexión con municipios vecinos o con el resto del planeta fueron consideradas inteligentes. Las que estaban aisladas, eran municipios subdesarrollados. Cómo de extendidas estuviesen las telecomunicaciones marcaba lo inteligente que era una región.
Una smart city burócrata e ingenieril: digital cities
En 1974, la Oficina de Análisis de la Comunidad de Los Ángeles (Estados Unidos) empezó a usar el concepto de smart city al referirse a la comunicación ‘clusterizada’ de su sistema informático. Poco después, en 1981, también lo hizo la Junta Nacional de Computación de Singapur. El concepto smart city había pasado de la ficción a la realidad y se hizo un hueco dentro del sistema burocrático.
Durante los años noventa y los 2000, la tecnología mejoró lo suficiente como para que los datos empezasen a contar. Fue la gran expansión de la sensorización, de la medición al detalle y de la construcción de sistemas expertos que necesitaban datos para decidir.
Fue entonces cuando la ciudad inteligente fue definida de manera formal por primera vez, en función de la mentalidad de la época: “Una ciudad que controla e integra las condiciones de todas sus infraestructuras críticas, incluyendo carreteras, puentes, túneles, ferrocarriles, metros, aeropuertos, puertos marítimos, comunicaciones, agua, energía e incluso los principales edificios, puede optimizar mejor sus recursos, planificar sus actividades de mantenimiento preventivo y supervisar los aspectos de seguridad al tiempo que se maximizan los servicios a sus ciudadanos” (R.E.Hall).
Esta definición ha sido muy estudiada y responde a una visión muy conservadora de la ciudad: como elementos de ingeniería e infraestructura. Una ciudad en la que solo existe aquello que queda registrado y puede ser medido. La ciudad ingenieril, no muy diferente de los simuladores virtuales como ‘SimCity’ o ‘Cities: Skylines’. Y, por descontado, una ciudad incompleta.
Esta forma de hablar de la ciudad inteligente es curiosa porque se centra en los flujos: de coches, de trenes, de aviones, de agua, de electricidad, así como en su integración digital. Si la ciudad no tenía conectados sus datos, entonces es que no era inteligente. Eran las ciudades digitales o digital cities, que competían con las ciudades analógicas.
Integrando sistemas: una smart city gestionable
Los años fueron pasando y lo que antes eran mediciones digitales y conectadas, pero aisladas de otros sistemas, pronto empezaron a volcarse en entornos de computación complejos. Tableros de información indexada mostraba a los gestores y planificadores urbanos una fotografía realista de su ciudad casi en tiempo real. Nacía la smart city como modelo integrado de gestión.
- 2007. Se define smart city como “una ciudad con buenos resultados (performance) en materia de economía, personas, gobernanza, movilidad, medio ambiente y vida”. Nacían los servicios de la smart city: gobierno y ciudadanía, energía y sostenibilidad ambiental, gestión de residuos, transporte y movilidad, gestión de los edificios e infraestructura urbana, seguridad, educación, comercio.
- 2009. Por primera vez, un autor cuestiona “la decisión consciente de desplegar agresivamente tecnología como catalizador para resolver las necesidades sociales y empresariales” y centra la ciudad inteligente en “reconstruir y renovar el sentido del lugar”. Aunque el tiempo le ha dado la razón, entonces pasó sin pena ni gloria.
- 2010. IBM cambia las reglas de juego y define la ciudad inteligente como “el uso de la tecnología de la información y la comunicación para detectar, analizar e integrar la información clave de los sistemas centrales en el funcionamiento de las ciudades”. Es una definición ya entonces obsoleta, casi comercial, pero que ha marcado durante casi una década este concepto. Ha sido muy criticado.
- En 2014, el British Standards Institute (BSI) definió las smart cities como “la integración efectiva de los sistemas físicos, digitales y humanos en el entorno construido para ofrecer un futuro sostenible, próspero e inclusivo a sus ciudadanos”. Por primera vez aparecían conceptos como la sostenibilidad y elementos sociales hoy claves, como la atención a la desigualdad.
La ciudad para la ciudadanía: ¿qué es una smart city?
La definición de smart city es, hoy en día, mucho más compleja y menos consistente, dado que se ha escindido en dos:
- Una visión mercadotécnica que sigue la línea comercial de IBM consistente en el uso de tecnología por la tecnología.
- Una visión inclusiva basada en la sostenibilidad y calidad de vida. La primera es una etiqueta empresarial; la segunda, de ayuntamientos. Esta última es la usada también en entornos académicos y por parte de la población
Si a mediados del siglo XX la ciudad inteligente era una ciudad hipertecnológica con foco en el transporte, la ciudad inteligente que surge hoy día en el imaginario colectivo da por hechas las telecomunicaciones y construye una ciudad de proximidad en la que la tecnología es invisible.
La pandemia de COVID-19 ha supuesto un enorme punto de inflexión sobre lo que es y lo que no es una ciudad inteligente, ayudando a descartar aquellos elementos innecesarios y a ponderar aquellos que sí lo son. Hoy en día es casi imposible definir smart city sin atender a numerosas realidades.
Redactado por M. Martínez Euklidiadas
Imágenes | Mike Stezycki, Shubham Dhage, Fas Khan